PRIMER DE BATXILLERAT HISTÒRIA DEL MÓN CONTEMPORANI


Carta de les Nacions Unides


Nosaltres, els pobles de les Nacions Unides, resoluts
a preservar les generacions futures del flagell de la guerra, que dues vegades a la nostra vida ha inflingit a la Humanitat sofriments indescriptibles;
a reafirmar la fe en els drets fonamentals de l'home, en la dignitat i el valor de la persona humana, en la igualtat de drets d'homes i dones i de les nacions grans i petites;
a crear condicions sota les quals es puguin mantenir la justícia i el respecte a les obligacions emanades dels tractats  i d'altres fonts del dret internacional;
a promoure el progrés social i a elevar el nivell de vida dins d'un concepte més ampli de la llibertat,
I AMB AQUESTES FINALITATS
a practicar la tolerància i conviure amb pau com a bons veïns;
a unir les noistre forces per al manteniment de la pau i la seguritat internacional, asseguar mitjançant l'acceptació de principis i l'adopció de mètodes, que no s'utilitzarà la força  armada si no és al servei de l'interès com, i
a emprar un mecanisme internacinal per promoure el progrés econòmic i social de tots els pobles.
HEM DECIDIT AGRUPAR ELS NOSTRES ESFORÇOS PER REALITZAR AQUESTS DESIGNIS
Per tant, els nostres respectius governs, a través de representants, reunits a la ciutat de San Francisco, que han exhibit els seus plens poders, trobats de bona i correcta anera, han convingut en la present Carta de les nacions Unides i per aquest acte estableixen una organització internacional que es denomonarà les Nacions Unides.
Capítol 1 Propòsits i principis
Article 1. Mentenir la pau i la seguritat internacionals i, amb aquesta finalitat, prendre mesures col.lectives eficaces per prevenir i eliminar amenaces a la pau i per suprimir actes d'agressió o d'altres trencaments de la pau; i aconseguir per mitjans pacífics, i d'acord amb els principis de la justícia i dels dret internacional, l'ajustament o solució a contravèrsies susceptibles de provocar trencamente de la pau.
2. Fomentar, entre les nacions, relacions d'amistat basades en el respecte al principi de la igualtat de dretes i al de lliure determinació dels pobles i prendre mesures adequades per a l'enfortiment de la pau universal.
3. Realitzar la cooperació internacional en la solució de problemes internacionals de caràcter econòmic, social, cultural o humanitari, i en el desenvolupament i estímul del respecte als drets humans i a les llibertats fonamentals de tots, sense fer cap tipus de distinció per motius de raça, sexe, idioma o religió.
Article 2 Per a la realització dels propòsits indicats a l'article 1, l'organització i els seus membres procediran d'acord amb els principis següents:
1. L'organització està basada en el principi de la igualtat sobirana de tots els seus estats membres.
4. Els membres de l'organització, en les seves relacions internacionals, s'abstindran de recórrer  a l'amença o a l'ús de la força contra la integritat nacional  o la independència política de qualsevol Estat o a qualsevol altra forma incompatible amb els propòsits de les Nacions Unides.
                                                                                              Carta Fundacional de l'Organització de les Nacions Unides
             

 

¿Qué es el islamismo?


El islam ("sumisión a Dios", en árabe) constituye la religión monoteísta universal más joven del mundo y, en cuanto a número de fieles, con unos 1.300 millones (una quinta parte son árabes), disputa el primer puesto al cristianismo. Los musulmanes representan una cuarta parte de la población mundial y están repartidos fundamentalmente por un arco de 55 estados que se extiende desde la costa oriental de África hasta Indonesia, el país con la mayor comunidad musulmana. Albania es predominantemente musulmana, como Kosovo, la provincia serbia convertida en un protectorado de la OTAN. Bulgaria, Bosnia, Macedonia y Georgia también cuentan con importantes comunidades islámicas. En Francia se calcula que viven unos 4 millones de musulmanes; en Alemania, 3 millones; en Gran Bretaña, 1,7 millones; en España, medio millón, como en Holanda, y en Bélgica, unos 300.000. En Estados Unidos, considerado el "gran satán" por el radicalismo islámico, se calcula que la población de confesión musulmana se cifra en 10 millones. ver gráfico

Pero islam e islamismo no son exactamente la misma cosa. El islamismo, también conocido como fundamentalismo o integrismo, es la politización, a veces distorsionada y fanática, del islam. Y, además, está el terrorismo islámico. El debate entre el mundo occidental y el musulmán ha existido desde los orígenes del islam, atrayéndose y repeliéndose según las circunstancias históricas. Se han mirado siempre, pero no se han comprendido nunca. Occidente teme el terrorismo y el fundamentalismo, pero necesita el petróleo depositado en el subsuelo islámico. Y los islamistas acusan a Occidente de ser hostil a su cultura, de respaldar a Israel, al que consideran un intruso en su tierra, y de proteger a los regímenes corruptos y antidemocráticos que controlan el inmenso arco musulmán. ¿Es posible un entendimiento o, por el contrario, los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington amenazan con certificar la tesis maniqueísta de Huntington sobre un choque de civilizaciones? El islam, que es plural, no es sinónimo de terrorismo, pero ¿qué es, entonces, el islamismo?.

¿Cuál es el origen del islam?

El origen del islam es muy diferente al del cristianismo. Mientras los discípulos de Cristo fueron una minoría perseguida dentro de un Estado legal y socialmente organizado -el romano- el islam fue además de religión, el Estado y la ley que organizó una sociedad. Mahoma, además de profeta, fue un hombre de Estado que levantó un imperio, y el islam no sólo organiza y ordena lo espiritual y religioso, sino también lo político, lo social e incluso lo económico. Por eso la identificación de religión y poder ha quedado inscrita indeleblemente en la memoria de los musulmanes.

¿Cuáles son los pilares del islamismo?
El islam es una religión, pero también un código de honor, un sistema legislativo y una forma de vida. Las obligaciones espirituales básicas del islam se resumen en los llamados cinco pilares de la fe. Son estos: 1. Aceptar la shahada o diezmo. 2. Las oraciones diarias a Dios, mirando hacia La Meca. 3. Hacer obras de caridad. 4. Ayunar durante las horas de luz del Ramadán, un mes de 29 o 30 días del calendario lunar del islam, que se inicia con la Hégira, la huida de Mahoma a Medina. Y 5. El "hach", o peregrinaje a La Meca, al menos una vez en la vida de cada musulmán.

¿Qué es la "yihad"?
La "yihad" (literalmente, hacer un esfuerzo) es uno de los conceptos más controvertidos de cuantos impregnan la propaganda integrista. Algunos musulmanes lo consideran como un sexto pilar de la fe y lo traducen frecuentemente como "guerra santa", aunque puede referirse a muchas otras formas de lucha por la fe, como una lucha interior por la purificación y por la extensión del cumplimiento religioso islámico. Su defensa en el Corán sirve a los sectores más radicales para justificar el uso de la violencia en la liberación de un país musulmán. Tal actitud es contestada, sin embargo, dentro de la comunidad musulmana moderada, ya que el Corán dice también que Dios es misericordioso. La charia es la ley islámica tradicional tal y como fue establecida por las primeras generaciones de juristas musulmanes: el homicida y el apóstata merecen la pena de muerte; el ladrón, la amputación de la mano derecha, y los adúlteros, la flagelación.

¿Por qué está el islam dividido?
Hay ocho palabras en árabe que resumen la creencia central de los musulmanes de todo el mundo: "No hay más Dios que Alá, y Mahoma es su profeta". Pero el islam no está unido como considera Occidente. Es una comunidad dividida, con muchas caras y escuelas. La gran aspiración unitaria del islam -la comunidad islámica ("umma")- se frustró poco después de la muerte de Mahoma, cuya sucesión provocó el cisma político entre la ortodoxia (sunní), ganadora en el enfrentamiento y mayoritaria (90 por ciento de los musulmanes), y la heterodoxia (chiita), rama minoritaria (excepto en Irán, el sur de Irak y parte de Líbano), que agrupa a los que creen que Alí, primo y yerno de Mahoma, era el sucesor legítimo para convertirse en califa. El Corán, el libro sagrado del islam, contiene las palabras de Dios dictadas al profeta Mahoma por el arcángel Gabriel, y los chiitas consideran que también cabe la interpretación del Corán a la luz de los cambios que se operan en el mundo.

¿Cuál es la historia del islam?
El islam ha tenido un destino manifiesto dinámico. Pero también se trata de una fe política con un gran anhelo de expansión. Menos de cien años después de la muerte de Mahoma, en el 632 después de Cristo, sus seguidores habían superado las fronteras del desierto de Arabia para conquistar y crear un imperio. Conquistaron el imperio persa y gran parte del bizantino, extendiendo su fe por el norte de África hasta España y por Oriente Medio hasta el río Indo. Desde allí, los devotos comerciantes árabes llevaron posteriormente su fe a Malasia, Indonesia, Singapur y Filipinas. Otros comerciantes introdujeron el Corán en las tribus negras de África. Más tarde, el islam luchó contra los mongoles, los cruzados cristianos y, más recientemente, los imperios europeos.

¿Cuándo resurgió la ideología islamista?
Después de la Segunda Guerra Mundial los imperios coloniales se derrumbaron y en el mundo árabe llegaron al poder fuertes líderes nacionalistas, que además eran musulmanes, como Gamal Abdel Nasser en Egipto. A comienzos de los años sesenta había ya un cinturón de estados independientes y predominantemente islámicos que se extendían de Marruecos a Indonesia. Y el derrocamiento -caso del primer ministro Mossadeq en Irán, en 1953- o el fracaso de los movimientos nacionalistas laicos, atrapados en la vorágine de la guerra fría, tanto en la lucha contra el Estado de Israel como en el esfuerzo para el desarrollo económico, con recetas capitalistas o comunistas -igualmente occidentales a ojos musulmanes-, terminó convenciendo a importantes sectores de que el islam es su última oportunidad. La ideología islamista nació a principios del siglo XX como reacción a Occidente y a Mustafá Kemal "Ataturk", padre de los turcos (no árabes).

¿Qué significó Ataturk?
Ataturk, después de la derrota del imperio otomano, fundó la república laica de Turquía, occidentalizó el país y suprimió el Califato en 1924, lo que supuso la fragmentación de la legitimidad islámica del poder que, de estar centralizado en la institución califal, pasó a repartirse entre los diferentes estados que nacieron con la independencia.

¿Cuál fue el primer grupo islamista?
El primer grupo islamista significativo, los Hermanos Musulmanes, fue fundado por Hassan A Banna, que en 1928 ya reclamó en Egipto una Constitución basada en el Corán. Hassan A Banna fue asesinado en 1949. Y la llegada al poder de Nasser, en los años cincuenta, significó un serio revés para el movimiento islamista, considerado como un rival por las fuerzas nacionalistas laicas. Su máximo líder e ideólogo, Sayed Qotb, fue encarcelado por Nasser y ahorcado en 1966.

¿Qué significó el triunfo de Jomeiny?
La historia islámica se aceleró con el triunfo de la revolución chiita del ayatolá Jomeiny en Irán (país no árabe) a finales de los años setenta, cuando el deterioro de las condiciones socioeconómicas se convirtieron en un caldo de cultivo para el islamismo. Los musulmanes viven desde entonces un redescubrimiento de sus raíces espirituales y una reafirmación del poder político del islam. Y la revolución iraní de Jomeiny, con la que se expulsó al sha Reza Pahlevi, un autócrata que soñaba con convertir a su país en un Estado laico e industrial de tipo occidental, fue saludada como "un nuevo amanecer de los pueblos islámicos". Richard Falk, profesor de la Universidad de Princeton, ha denominado a la revolución de Jomeiny como "la primera revolución del Tercer Mundo, ni marxista ni capitalista, sino puramente islamista".

¿Por qué este renacimiento islámico?
El resurgir del islam puede considerarse como una búsqueda de la estabilidad y de las raíces, inspirada por un rechazo de los valores occidentales. Es decir, una negación tanto del colonialismo occidental de los siglos XIX y XX como del comunismo con el que algunos regímenes pretendieron preservar su independencia después del proceso de descolonización política. El sociólogo francés Gilles Kepel, especialista en el islam, explica así el resurgir del islamismo: "Cuando la ideología islamista inunda el mundo musulmán en los años setenta, la mayor parte de los países afrontaban las consecuencias de grandes cambios sociológicos radicales: la urbanización masiva de gentes procedentes de las áreas rurales, una explosión demográfica y la alfabetización de los jóvenes de las clases pobres. Y esta generación de los años setenta romperá con los dirigentes religiosos que controlaban el movimiento en connivencia con el Estado". Kepel explica el resurgir del islamismo por la alianza de tres grupos sociales bien distintos. El primer grupo está integrado por la juventud pobre y urbana, que, según qué países, representa entre el 40 y el 65 por ciento de la población; son jóvenes frustrados, sin empleo y que no han conocido la colonización, lo que hace que centren su ira en el Estado poscolonial que no ha sabido resolver sus problemas. Es esta juventud la que comenzará a manifestarse en Argelia a partir de 1988 contra el estado de cosas entonces vigente.
El segundo grupo es una pequeña burguesía islamista emergente pero que no tiene acceso al sistema político, tanto en los países que se dicen socialistas, donde el poder pertenece por lo general a los militares, como en los países monárquicos, donde son unas pocas familias las que disfrutan del poder. Esta pequeña burguesía, integrada por comerciantes o pequeños empresarios, no es revolucionaria pero quiere desbancar a los que ocupan el poder. No descenderá a la calle, pero financiará un movimiento político que fundamentalmente se apoyará en los desheredados.
Y el tercer grupo es el que ha proporcionado la ideología islamista. Son los jóvenes formados en las universidades estatales y que, a la vista del fracaso de las recetas occidentales, optarán por convertirse en ingenieros del Estado que consideran perfecto: el Estado islámico. Esta alianza ha sido evidente en un país no árabe como Turquía, en el que el Partido del Refah (Bienestar), hoy ilegalizado, se convirtió en el brazo político de una pequeña burguesía emergente, y en Argelia, donde el Frente Islámico de Salvación (FIS) -el partido de los pequeños propietarios- pactó con los desheredados.

¿Qué significa Afganistán para el islamismo?
Afganistán marca un punto culminante de la "yihad". En 1989 el Ejército soviético se retiró, derrotado por una heterogénea guerrilla islámica, de Afganistán, país que un decenio antes había invadido para atajar el avance del islamismo. Y a continuación, en Argelia, el FIS ganó las elecciones municipales, lo que significó el primer paso hacia el poder; después, el Ejército argelino dio un golpe de estado en 1992 para evitar el triunfo del FIS en las elecciones legislativas. Este desenlace del experimento político argelino supuso una doble radicalización. Por una parte, la radicalización de los gobiernos en el mundo islámico, que llegaron a la conclusión de que si abrían la puerta política, perderían las elecciones. Y, por otra, significó la radicalización de amplios sectores del islamismo, convencidos de lo inútil de caminar por la senda legal, ya que un golpe de Estado volvería a anular su eventual victoria en las urnas. Paralelamente, Hassan Al Turabi, gran ideólogo de la Escuela Unificadora del Islam, se impuso en Sudán. Y, coincidiendo con la victoria en Afganistán, las autoridades iraníes condenaron a muerte a Salman Rushdie, considerado blasfemo por su obra "Versos satánicos".

¿Cómo se fracturó el islamismo?
El islamismo nunca ha sido un movimiento político unitario y supranacional. Antes al contrario, el islamismo tiene características propias según de qué país se trate. El islamismo no tiene ni un gobierno común ni mucho menos un ejército supranacional. Pero, evidentemente, el triunfo de la revolución de Jomeiny hizo que en Occidente se tuviera una imagen prácticamente monolítica, al menos en lo referente a sus objetivos, del islamismo como ideología política. Esta imagen, sin embargo, se rompió apenas un año después de la caída del muro de Berlín. En 1990 el presidente iraquí, Saddam Hussein, decidió invadir Kuwait. Y esta iniciativa acabó volviéndose contra el islamismo. Arabia Saudí, que en la guerra entre Irán e Irak (1980-88) había apoyado a Saddam Hussein, vio entonces como su antiguo patrocinado amenazaba sus intereses. Saddam se apoyó también en el islamismo para actuar contra Kuwait y Arabia Saudí, dos petromonarquías sin apoyo popular. Y el resultado fue la profundización de la fractura del islamismo. Kepel afirma que "la guerra contra Irak rompió la alianza política entre Estados Unidos y las monarquías petrolíferas, por un lado, y los partidarios de la ‘yihad’, por otro. Ossama Bin Laden pasó entonces de su cruzada antisoviética a la oposición a la presencia de tropas norteamericanas -infieles, desde el punto de vista islámico- en Arabia Saudí, sede de los lugares más sagrados del islam".

¿Quiénes son los talibán?
Talibán es el plural de la palabra persa "telebeh", que puede traducirse como buscador de la verdad. Los talibán surgieron en 1994 de las escuelas coránicas (madrazas) de Kandahar (Afganistán) y Karachi y Lahore (Pakistán). Esta milicia estaba formada por jóvenes de confesión suní, mayoritaria en Afganistán, y fueron apoyados por Estados Unidos, Arabia Saudí y Pakistán en la guerra civil que siguió a la derrota soviética en 1989. Los talibán propugnan una interpretación muy rígida del islam y contra la inserción de la mujer en la vida social. Bin Laden, a quien Estados Unidos responsabiliza ahora de los atentados de Nueva York y Washington, formó parte de los grupos islámicos que en los años ochenta recibieron millones de dólares por parte de Estados Unidos para luchar contra las tropas soviéticas.

¿Qué es el wahhabismo?

La mayoría de movimientos rigoristas islámicos suníes que, como los talibán, exigen la depuración de sus sociedades de toda ignorancia pagana están inspirados en la salafiyya. Los salafis son ulema o pensadores seglares extremadamente escrituristas, que como indica su nombre de salaf -antepasado o predecesor- se basan en una obediencia absoluta a Mahoma. Entre los salafitas destacan los Hermanos Musulmanes, pero la corriente que primero alcanzó una situación de predominio político fue el wahhabismo, que dirige ideológicamente Arabia Saudí. El wahhabismo, fundado en el siglo XVIII por Ibn Abd Il Wahhab, representa la más radical intolerancia. El wahhabismo resultó fundamental para la fundación del Estado de Pakistán después de la independencia del subcontinente indio. Estos son los referentes de los talibán.

¿Qué es la economía para el islam?

El devoto musulmán se opone por igual al materialismo de Occidente y al ateísmo del comunismo. El islam tiene un criterio flexible de la economía, que se presta tanto a interpretaciones capitalistas como socialistas. Aprueba la iniciativa privada, respeta la propiedad privada y tolera los beneficios.

¿Por qué el terrorismo islámico?

Dos decenios después de la llegada al poder de Jomeiny, los escasos avances experimentados en Irán, cuyo presidente Jatami, elegido en 1997, mira hacia Occidente y la juventud y las mujeres votan a favor de un liberalización, y la aparición del terrorismo, como ha sucedido en Argelia, mueve a los observadores occidentales a afirmar que el islamismo ha fracasado como política de gobierno. Kepel afirma en su libro "Yihad: Expansion et Déclin de l'Islamisme" que "en los años setenta y ochenta los movimientos islamistas contaron con un amplio respaldo popular, pero a partir de los años noventa estos movimientos se han dividido profundamente entre radicales y moderados, lo que ha conducido al aislamiento de los grupos terroristas". El año 1997 fue un momento crucial. En Egipto, el terrorismo integrista perpetró una matanza de turistas occidentales en Luxor y en Argelia se sucedieron las atrocidades cometidas por el Grupo Islámico Armado (GIA), que antes había roto con el FIS. Estas acciones subrayaron la pérdida de apoyo popular por parte de los grupos más radicales, cuyo nacimiento responde a una ironía de la historia. Estados Unidos y Arabia Saudí financiaron a los movimientos islámicos que lucharon en Afganistán contra los soviéticos. Después, estos movimientos crearon sus propios grupos en sus tierras de origen para enfrentarse a los regímenes que consideran aliados de Occidente. Bin Laden, multimillonario y saudí, es el símbolo de los activistas que comulgan con una nueva ideología, el "salafismo-yihaidismo", que invoca una interpretación rigurosa de los textos sagrados según la tradición vigente en Arabia Saudí, pero se diferencia de ella al preconizar la lucha armada contra todos los regímenes impíos, tanto en Occidente como en el mundo musulmán (Arabia Saudí incluida).

¿Quién manda en el mundo árabe?

El mundo árabe es un caso chocante: es una de las regiones más inestables políticamente, pero sus dirigentes están entre los más duraderos. El 9 de noviembre de 1989, con la caída del muro de Berlín, Europa central y del este guardó en el armario de la historia a los dirigentes comunistas, consumados plusmarquistas en la disciplina de mantenerse en el poder. Los dirigentes árabes, sin embargo, han seguido, salvo en el caso de los relevos por razones biológicas, como si no hubiera pasado nada. En Egipto, el presidente Hosni Mubarak está en el poder desde 1981. En Irak, Saddam Hussein aguanta desde 1977. En Libia, el coronel Gaddafi permanece desde 1969. En Arabia Saudí, el rey Fahd llegó al trono en 1982. Y entre los palestinos, aunque no tengan Estado, Yasser Arafat manda en la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) desde 1969. Ha habido relevos significativos. En Marruecos, el rey Hassan II, en el poder desde 1961, murió en 1999 y su hijo Mohamed VI le ha sucedido. En Jordania, el rey Hussein, en el poder desde 1952, murió también en 1999 y su hijo Abdullah II le ha sucedido. Y en Siria, el presidente Hafez el Assad, en el poder desde 1970, murió en el 2000 y su hijo Bachar el Assad le ha sucedido. Ha habido un relevo generacional, pero no un cambio, y eso ha sido así a pesar del desafío que el poder establecido en el mundo árabe tiene planteado con el resurgir del islamismo como ideología, por un lado, y del terrorismo islámico, por otro. El islamismo moderado pide a Occidente que apoye la celebración de elecciones democráticas en la región, como ha hecho en los países del antiguo bloque comunista. La alternativa, dicen los Hermanos Musulmanes, que son ilegales en Egipto, es el terrorismo. Occidente, sin embargo, sigue convencido de que, en el mundo musulmán, las elecciones son simplemente "one man, one vote, once" ("un hombre, un voto, una vez"). ¿Llegará a comprender el islam al liberalismo occidental que dice aborrecer? ¿Entenderá Occidente a esta civilización que quiere volver a ser grande en el siglo XXI?

Ataturk, a la izquierda, suprimió el Califato en 1924 y fundó la república laica de Turquía; a la derecha, la otra cara de la moneda musulmana, Jomeiny, impulsor de la revolución chiita y fundador del régimen teocrático iraní

El escritor Salman Rushdie fue condenado a muerte por su obra "Versos satánicos", considerada blasfema por el poder teocrático iraní. El islamismo radical recela del liberalismo occidental

Afganistán, con la retirada soviética en 1989, significó una victoria histórica para la "yihad". Moscú fue derrotado por los grupos islámicos apoyados por Estados Unidos, Pakistán y Arabia Saudí

El Corán, libro sagrado del islam, contiene para los musulmanes las palabras de Dios dictadas a Mahoma por el arcángel Gabriel

El islam ("sumisión a Dios", en árabe) constituye la religión monoteísta universal más joven del mundo y, en cuanto a número de fieles, con unos 1.300 millones (una quinta parte son árabes), disputa el primer puesto al cristianismo. Los musulmanes representan una cuarta parte de la población mundial y están repartidos fundamentalmente por un arco de 55 estados que se extiende desde la costa oriental de África hasta Indonesia, el país con la mayor comunidad musulmana. Albania es predominantemente musulmana, como Kosovo, la provincia serbia convertida en un protectorado de la OTAN. Bulgaria, Bosnia, Macedonia y Georgia también cuentan con importantes comunidades islámicas. En Francia se calcula que viven unos 4 millones de musulmanes; en Alemania, 3 millones; en Gran Bretaña, 1,7 millones; en España, medio millón, como en Holanda, y en Bélgica, unos 300.000. En Estados Unidos, considerado el "gran satán" por el radicalismo islámico, se calcula que la población de confesión musulmana se cifra en 10 millones.

Pero islam e islamismo no son exactamente la misma cosa. El islamismo, también conocido como fundamentalismo o integrismo, es la politización, a veces distorsionada y fanática, del islam. Y, además, está el terrorismo islámico. El debate entre el mundo occidental y el musulmán ha existido desde los orígenes del islam, atrayéndose y repeliéndose según las circunstancias históricas. Se han mirado siempre, pero no se han comprendido nunca. Occidente teme el terrorismo y el fundamentalismo, pero necesita el petróleo depositado en el subsuelo islámico. Y los islamistas acusan a Occidente de ser hostil a su cultura, de respaldar a Israel, al que consideran un intruso en su tierra, y de proteger a los regímenes corruptos y antidemocráticos que controlan el inmenso arco musulmán. ¿Es posible un entendimiento o, por el contrario, los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington amenazan con certificar la tesis maniqueísta de Huntington sobre un choque de civilizaciones? El islam, que es plural, no es sinónimo de terrorismo, pero ¿qué es, entonces, el islamismo?.

 

¿Cuál es el origen del islam?

El origen del islam es muy diferente al del cristianismo. Mientras los discípulos de Cristo fueron una minoría perseguida dentro de un Estado legal y socialmente organizado -el romano- el islam fue además de religión, el Estado y la ley que organizó una sociedad. Mahoma, además de profeta, fue un hombre de Estado que levantó un imperio, y el islam no sólo organiza y ordena lo espiritual y religioso, sino también lo político, lo social e incluso lo económico. Por eso la identificación de religión y poder ha quedado inscrita indeleblemente en la memoria de los musulmanes.

¿Cuáles son los pilares del islamismo?

El islam es una religión, pero también un código de honor, un sistema legislativo y una forma de vida. Las obligaciones espirituales básicas del islam se resumen en los llamados cinco pilares de la fe. Son estos: 1. Aceptar la shahada o diezmo. 2. Las oraciones diarias a Dios, mirando hacia La Meca. 3. Hacer obras de caridad. 4. Ayunar durante las horas de luz del Ramadán, un mes de 29 o 30 días del calendario lunar del islam, que se inicia con la Hégira, la huida de Mahoma a Medina. Y 5. El "hach", o peregrinaje a La Meca, al menos una vez en la vida de cada musulmán.

¿Qué es la "yihad"?

La "yihad" (literalmente, hacer un esfuerzo) es uno de los conceptos más controvertidos de cuantos impregnan la propaganda integrista. Algunos musulmanes lo consideran como un sexto pilar de la fe y lo traducen frecuentemente como "guerra santa", aunque puede referirse a muchas otras formas de lucha por la fe, como una lucha interior por la purificación y por la extensión del cumplimiento religioso islámico. Su defensa en el Corán sirve a los sectores más radicales para justificar el uso de la violencia en la liberación de un país musulmán. Tal actitud es contestada, sin embargo, dentro de la comunidad musulmana moderada, ya que el Corán dice también que Dios es misericordioso. La charia es la ley islámica tradicional tal y como fue establecida por las primeras generaciones de juristas musulmanes: el homicida y el apóstata merecen la pena de muerte; el ladrón, la amputación de la mano derecha, y los adúlteros, la flagelación.

¿Por qué está el islam dividido?

Hay ocho palabras en árabe que resumen la creencia central de los musulmanes de todo el mundo: "No hay más Dios que Alá, y Mahoma es su profeta". Pero el islam no está unido como considera Occidente. Es una comunidad dividida, con muchas caras y escuelas. La gran aspiración unitaria del islam -la comunidad islámica ("umma")- se frustró poco después de la muerte de Mahoma, cuya sucesión provocó el cisma político entre la ortodoxia (sunní), ganadora en el enfrentamiento y mayoritaria (90 por ciento de los musulmanes), y la heterodoxia (chiita), rama minoritaria (excepto en Irán, el sur de Irak y parte de Líbano), que agrupa a los que creen que Alí, primo y yerno de Mahoma, era el sucesor legítimo para convertirse en califa. El Corán, el libro sagrado del islam, contiene las palabras de Dios dictadas al profeta Mahoma por el arcángel Gabriel, y los chiitas consideran que también cabe la interpretación del Corán a la luz de los cambios que se operan en el mundo.

¿Cuál es la historia del islam?

El islam ha tenido un destino manifiesto dinámico. Pero también se trata de una fe política con un gran anhelo de expansión. Menos de cien años después de la muerte de Mahoma, en el 632 después de Cristo, sus seguidores habían superado las fronteras del desierto de Arabia para conquistar y crear un imperio. Conquistaron el imperio persa y gran parte del bizantino, extendiendo su fe por el norte de África hasta España y por Oriente Medio hasta el río Indo. Desde allí, los devotos comerciantes árabes llevaron posteriormente su fe a Malasia, Indonesia, Singapur y Filipinas. Otros comerciantes introdujeron el Corán en las tribus negras de África. Más tarde, el islam luchó contra los mongoles, los cruzados cristianos y, más recientemente, los imperios europeos.

¿Cuándo resurgió la ideología islamista?

Después de la Segunda Guerra Mundial los imperios coloniales se derrumbaron y en el mundo árabe llegaron al poder fuertes líderes nacionalistas, que además eran musulmanes, como Gamal Abdel Nasser en Egipto. A comienzos de los años sesenta había ya un cinturón de estados independientes y predominantemente islámicos que se extendían de Marruecos a Indonesia. Y el derrocamiento -caso del primer ministro Mossadeq en Irán, en 1953- o el fracaso de los movimientos nacionalistas laicos, atrapados en la vorágine de la guerra fría, tanto en la lucha contra el Estado de Israel como en el esfuerzo para el desarrollo económico, con recetas capitalistas o comunistas -igualmente occidentales a ojos musulmanes-, terminó convenciendo a importantes sectores de que el islam es su última oportunidad. La ideología islamista nació a principios del siglo XX como reacción a Occidente y a Mustafá Kemal "Ataturk", padre de los turcos (no árabes).

¿Qué significó Ataturk?

Ataturk, después de la derrota del imperio otomano, fundó la república laica de Turquía, occidentalizó el país y suprimió el Califato en 1924, lo que supuso la fragmentación de la legitimidad islámica del poder que, de estar centralizado en la institución califal, pasó a repartirse entre los diferentes estados que nacieron con la independencia.

¿Cuál fue el primer grupo islamista?

El primer grupo islamista significativo, los Hermanos Musulmanes, fue fundado por Hassan A Banna, que en 1928 ya reclamó en Egipto una Constitución basada en el Corán. Hassan A Banna fue asesinado en 1949. Y la llegada al poder de Nasser, en los años cincuenta, significó un serio revés para el movimiento islamista, considerado como un rival por las fuerzas nacionalistas laicas. Su máximo líder e ideólogo, Sayed Qotb, fue encarcelado por Nasser y ahorcado en 1966.

¿Qué significó el triunfo de Jomeiny?

La historia islámica se aceleró con el triunfo de la revolución chiita del ayatolá Jomeiny en Irán (país no árabe) a finales de los años setenta, cuando el deterioro de las condiciones socioeconómicas se convirtieron en un caldo de cultivo para el islamismo. Los musulmanes viven desde entonces un redescubrimiento de sus raíces espirituales y una reafirmación del poder político del islam. Y la revolución iraní de Jomeiny, con la que se expulsó al sha Reza Pahlevi, un autócrata que soñaba con convertir a su país en un Estado laico e industrial de tipo occidental, fue saludada como "un nuevo amanecer de los pueblos islámicos". Richard Falk, profesor de la Universidad de Princeton, ha denominado a la revolución de Jomeiny como "la primera revolución del Tercer Mundo, ni marxista ni capitalista, sino puramente islamista".

¿Por qué este renacimiento islámico?

El resurgir del islam puede considerarse como una búsqueda de la estabilidad y de las raíces, inspirada por un rechazo de los valores occidentales. Es decir, una negación tanto del colonialismo occidental de los siglos XIX y XX como del comunismo con el que algunos regímenes pretendieron preservar su independencia después del proceso de descolonización política. El sociólogo francés Gilles Kepel, especialista en el islam, explica así el resurgir del islamismo: "Cuando la ideología islamista inunda el mundo musulmán en los años setenta, la mayor parte de los países afrontaban las consecuencias de grandes cambios sociológicos radicales: la urbanización masiva de gentes procedentes de las áreas rurales, una explosión demográfica y la alfabetización de los jóvenes de las clases pobres. Y esta generación de los años setenta romperá con los dirigentes religiosos que controlaban el movimiento en connivencia con el Estado". Kepel explica el resurgir del islamismo por la alianza de tres grupos sociales bien distintos. El primer grupo está integrado por la juventud pobre y urbana, que, según qué países, representa entre el 40 y el 65 por ciento de la población; son jóvenes frustrados, sin empleo y que no han conocido la colonización, lo que hace que centren su ira en el Estado poscolonial que no ha sabido resolver sus problemas. Es esta juventud la que comenzará a manifestarse en Argelia a partir de 1988 contra el estado de cosas entonces vigente.

El segundo grupo es una pequeña burguesía islamista emergente pero que no tiene acceso al sistema político, tanto en los países que se dicen socialistas, donde el poder pertenece por lo general a los militares, como en los países monárquicos, donde son unas pocas familias las que disfrutan del poder. Esta pequeña burguesía, integrada por comerciantes o pequeños empresarios, no es revolucionaria pero quiere desbancar a los que ocupan el poder. No descenderá a la calle, pero financiará un movimiento político que fundamentalmente se apoyará en los desheredados.

Y el tercer grupo es el que ha proporcionado la ideología islamista. Son los jóvenes formados en las universidades estatales y que, a la vista del fracaso de las recetas occidentales, optarán por convertirse en ingenieros del Estado que consideran perfecto: el Estado islámico. Esta alianza ha sido evidente en un país no árabe como Turquía, en el que el Partido del Refah (Bienestar), hoy ilegalizado, se convirtió en el brazo político de una pequeña burguesía emergente, y en Argelia, donde el Frente Islámico de Salvación (FIS) -el partido de los pequeños propietarios- pactó con los desheredados.

¿Qué significa Afganistán para el islamismo?

Afganistán marca un punto culminante de la "yihad". En 1989 el Ejército soviético se retiró, derrotado por una heterogénea guerrilla islámica, de Afganistán, país que un decenio antes había invadido para atajar el avance del islamismo. Y a continuación, en Argelia, el FIS ganó las elecciones municipales, lo que significó el primer paso hacia el poder; después, el Ejército argelino dio un golpe de estado en 1992 para evitar el triunfo del FIS en las elecciones legislativas. Este desenlace del experimento político argelino supuso una doble radicalización. Por una parte, la radicalización de los gobiernos en el mundo islámico, que llegaron a la conclusión de que si abrían la puerta política, perderían las elecciones. Y, por otra, significó la radicalización de amplios sectores del islamismo, convencidos de lo inútil de caminar por la senda legal, ya que un golpe de Estado volvería a anular su eventual victoria en las urnas. Paralelamente, Hassan Al Turabi, gran ideólogo de la Escuela Unificadora del Islam, se impuso en Sudán. Y, coincidiendo con la victoria en Afganistán, las autoridades iraníes condenaron a muerte a Salman Rushdie, considerado blasfemo por su obra "Versos satánicos".

¿Cómo se fracturó el islamismo?

El islamismo nunca ha sido un movimiento político unitario y supranacional. Antes al contrario, el islamismo tiene características propias según de qué país se trate. El islamismo no tiene ni un gobierno común ni mucho menos un ejército supranacional. Pero, evidentemente, el triunfo de la revolución de Jomeiny hizo que en Occidente se tuviera una imagen prácticamente monolítica, al menos en lo referente a sus objetivos, del islamismo como ideología política. Esta imagen, sin embargo, se rompió apenas un año después de la caída del muro de Berlín. En 1990 el presidente iraquí, Saddam Hussein, decidió invadir Kuwait. Y esta iniciativa acabó volviéndose contra el islamismo. Arabia Saudí, que en la guerra entre Irán e Irak (1980-88) había apoyado a Saddam Hussein, vio entonces como su antiguo patrocinado amenazaba sus intereses. Saddam se apoyó también en el islamismo para actuar contra Kuwait y Arabia Saudí, dos petromonarquías sin apoyo popular. Y el resultado fue la profundización de la fractura del islamismo. Kepel afirma que "la guerra contra Irak rompió la alianza política entre Estados Unidos y las monarquías petrolíferas, por un lado, y los partidarios de la ‘yihad’, por otro. Ossama Bin Laden pasó entonces de su cruzada antisoviética a la oposición a la presencia de tropas norteamericanas -infieles, desde el punto de vista islámico- en Arabia Saudí, sede de los lugares más sagrados del islam".

¿Quiénes son los talibán?

Talibán es el plural de la palabra persa "telebeh", que puede traducirse como buscador de la verdad. Los talibán surgieron en 1994 de las escuelas coránicas (madrazas) de Kandahar (Afganistán) y Karachi y Lahore (Pakistán). Esta milicia estaba formada por jóvenes de confesión suní, mayoritaria en Afganistán, y fueron apoyados por Estados Unidos, Arabia Saudí y Pakistán en la guerra civil que siguió a la derrota soviética en 1989. Los talibán propugnan una interpretación muy rígida del islam y contra la inserción de la mujer en la vida social. Bin Laden, a quien Estados Unidos responsabiliza ahora de los atentados de Nueva York y Washington, formó parte de los grupos islámicos que en los años ochenta recibieron millones de dólares por parte de Estados Unidos para luchar contra las tropas soviéticas.

¿Qué es el wahhabismo?

La mayoría de movimientos rigoristas islámicos suníes que, como los talibán, exigen la depuración de sus sociedades de toda ignorancia pagana están inspirados en la salafiyya. Los salafis son ulema o pensadores seglares extremadamente escrituristas, que como indica su nombre de salaf -antepasado o predecesor- se basan en una obediencia absoluta a Mahoma. Entre los salafitas destacan los Hermanos Musulmanes, pero la corriente que primero alcanzó una situación de predominio político fue el wahhabismo, que dirige ideológicamente Arabia Saudí. El wahhabismo, fundado en el siglo XVIII por Ibn Abd Il Wahhab, representa la más radical intolerancia. El wahhabismo resultó fundamental para la fundación del Estado de Pakistán después de la independencia del subcontinente indio. Estos son los referentes de los talibán.

¿Qué es la economía para el islam?

El devoto musulmán se opone por igual al materialismo de Occidente y al ateísmo del comunismo. El islam tiene un criterio flexible de la economía, que se presta tanto a interpretaciones capitalistas como socialistas. Aprueba la iniciativa privada, respeta la propiedad privada y tolera los beneficios.

¿Por qué el terrorismo islámico?

Dos decenios después de la llegada al poder de Jomeiny, los escasos avances experimentados en Irán, cuyo presidente Jatami, elegido en 1997, mira hacia Occidente y la juventud y las mujeres votan a favor de un liberalización, y la aparición del terrorismo, como ha sucedido en Argelia, mueve a los observadores occidentales a afirmar que el islamismo ha fracasado como política de gobierno. Kepel afirma en su libro "Yihad: Expansion et Déclin de l'Islamisme" que "en los años setenta y ochenta los movimientos islamistas contaron con un amplio respaldo popular, pero a partir de los años noventa estos movimientos se han dividido profundamente entre radicales y moderados, lo que ha conducido al aislamiento de los grupos terroristas". El año 1997 fue un momento crucial. En Egipto, el terrorismo integrista perpetró una matanza de turistas occidentales en Luxor y en Argelia se sucedieron las atrocidades cometidas por el Grupo Islámico Armado (GIA), que antes había roto con el FIS. Estas acciones subrayaron la pérdida de apoyo popular por parte de los grupos más radicales, cuyo nacimiento responde a una ironía de la historia. Estados Unidos y Arabia Saudí financiaron a los movimientos islámicos que lucharon en Afganistán contra los soviéticos. Después, estos movimientos crearon sus propios grupos en sus tierras de origen para enfrentarse a los regímenes que consideran aliados de Occidente. Bin Laden, multimillonario y saudí, es el símbolo de los activistas que comulgan con una nueva ideología, el "salafismo-yihaidismo", que invoca una interpretación rigurosa de los textos sagrados según la tradición vigente en Arabia Saudí, pero se diferencia de ella al preconizar la lucha armada contra todos los regímenes impíos, tanto en Occidente como en el mundo musulmán (Arabia Saudí incluida).

¿Quién manda en el mundo árabe?

El mundo árabe es un caso chocante: es una de las regiones más inestables políticamente, pero sus dirigentes están entre los más duraderos. El 9 de noviembre de 1989, con la caída del muro de Berlín, Europa central y del este guardó en el armario de la historia a los dirigentes comunistas, consumados plusmarquistas en la disciplina de mantenerse en el poder. Los dirigentes árabes, sin embargo, han seguido, salvo en el caso de los relevos por razones biológicas, como si no hubiera pasado nada. En Egipto, el presidente Hosni Mubarak está en el poder desde 1981. En Irak, Saddam Hussein aguanta desde 1977. En Libia, el coronel Gaddafi permanece desde 1969. En Arabia Saudí, el rey Fahd llegó al trono en 1982. Y entre los palestinos, aunque no tengan Estado, Yasser Arafat manda en la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) desde 1969. Ha habido relevos significativos. En Marruecos, el rey Hassan II, en el poder desde 1961, murió en 1999 y su hijo Mohamed VI le ha sucedido. En Jordania, el rey Hussein, en el poder desde 1952, murió también en 1999 y su hijo Abdullah II le ha sucedido. Y en Siria, el presidente Hafez el Assad, en el poder desde 1970, murió en el 2000 y su hijo Bachar el Assad le ha sucedido. Ha habido un relevo generacional, pero no un cambio, y eso ha sido así a pesar del desafío que el poder establecido en el mundo árabe tiene planteado con el resurgir del islamismo como ideología, por un lado, y del terrorismo islámico, por otro. El islamismo moderado pide a Occidente que apoye la celebración de elecciones democráticas en la región, como ha hecho en los países del antiguo bloque comunista. La alternativa, dicen los Hermanos Musulmanes, que son ilegales en Egipto, es el terrorismo. Occidente, sin embargo, sigue convencido de que, en el mundo musulmán, las elecciones son simplemente "one man, one vote, once" ("un hombre, un voto, una vez"). ¿Llegará a comprender el islam al liberalismo occidental que dice aborrecer? ¿Entenderá Occidente a esta civilización que quiere volver a ser grande en el siglo XXI?

                                                                                                     XAVIER BATALLA. La Vanguardia 23/09/2001

 

El integrismo que envenena al islam


El rostro más oscuro del islamismo, forjado en la crudeza de interminables guerras y alimentado por intereses económicos y políticos ajenos, se ha dejado ver en Occidente. Su amenaza se extiende, además, sobre todo un islam que creía haber encontrado la estabilidad

Pakistán, el país que los musulmanes de India fundaron para ser la casa de los puros, da la impresión de buscar el cielo. Los minaretes de las mezquitas no son las únicas construcciones verticales que abundan en el paisaje árido del norte. También apuntan arriba los toscos hornos en los que se cuecen ladrillos. Y los misiles que se montan en un inmenso complejo entre Abottabad e Islamabad, la capital, para acabar en Cachemira. Y los hombres piadosos cuando rematan sus frases con la palabra "inchallah" (si Dios quiere). Armas y religión han escrito la historia de esta nación, dividida entre su "sabiduría" y sus "emociones", como dijo el presidente Pervez Musharraf. También se atisban como factores determinantes del futuro.

En las notas de un viaje por el Punjab, Islamabad y las provincias del norte, hace dos años, encuentro dos referencias a incidentes con turistas. Un grupo ha pedido protección policial porque en Margalla se ha desatado un tiroteo que no tiene nada que ver con ellos, pero que les ha atemorizado. El estado paquistaní siempre ha tenido problemas para imponer la ley y el orden en su territorio y muchos valles todavía se rigen por sus códigos y prácticas tradicionales como el bandolerismo. Es una forma de vida, no incompatible con una hospitalidad extrema cuando uno es huésped.

El otro incidente es más grave, pero pasa inadvertido. Una pareja de norteamericanos, al descubrirse su nacionalidad, ha tenido que refugiarse en las dependencias municipales de Dera Ismail Khan, cerca del Baluchistán, una de las provincias paquistaníes más descuidadas, tierra de pashtunes, la etnia a la que pertenecen los talibán de Afganistán. Al parecer, la gente quería expulsarlos porque el ulema les había hablado del enemigo americano.

Antiamericanismo y fracaso de la implantación de las estructuras del Estado. Fanatismo religioso. En Pakistán no entienden que Washington los castigue por dotarse de capacidad nuclear cuando los propios norteamericanos tienen un arsenal infinitamente superior y tampoco están dispuestos a firmar el tratado de No Proliferación Nuclear.

Es un agravio, como el que sintió Sudán cuando Estados Unidos impidió que la ONU crease una comisión para investigar el ataque con misiles a una fábrica en represalia por los atentados a sus embajadas en Kenia y Tanzania. Sudán, secundado por ONG internacionales, esgrimía que se trataba de una fábrica de medicamentos y Washington nunca pudo demostrar que fuera una factoría de armas biológicas.

Camino de las montañas del norte, la diferencia más visible entre una escuela pública y una madraza (escuela coránica) es que la primera parece desierta y sin vida, y su aspecto ruinoso indica que quizás nunca fue utilizada, que sólo sirvió para engrosar las estadísticas. Había aulas, pero sin profesores ni alumnos. En la madraza sí había actividad.

Estas escuelas fueron creadas para enseñar el Corán y la Hadith (los dichos y costumbres). La "yihad", traducida como "guerra santa", pero que sería más apropiado decir "lucha santa", forma parte de las enseñanzas. Los programas pueden variar e incluir materias como matemáticas o incluso informática, pero se centran en los estudios coránicos. En países como Pakistán, las madrazas son la única fuente de alfabetización mínima para un amplio segmento de la población.

Se calcula que en Pakistán hay unos 500.000 alumnos en sus aulas. Todo musulmán debe pasar por la madraza como formación religiosa complementaria a su educación académica. Lo que ha sucedido en Pakistán y en otros países islámicos es que la falta de desarrollo ha dejado en sus manos toda la responsabilidad educativa. Las escuelas coránicas son instituciones de base, ligadas a las mezquitas, que proporcionan alimentos y ropas a sus alumnos. Son, por lo tanto, populares, y en muchos casos, el único foro donde se interpreta el mundo. Se financian de donaciones, y en los estados arruinados buena parte de la financiación llega de los países ricos, en especial de Arabia Saudí.

El islam en Filipinas

En otro lugar de Asia, en Filipinas, un país cristiano con la herida abierta de las guerrillas separatistas del sur, que pretenden la creación de un Estado musulmán en Mindanao y otras islas, una visita al pueblo de Taguiti muestra la realidad de 20 años de conflicto. En lo que antes era un depósito de armas, el gobierno autonómico que ha formado el Frente Moro de Liberación Nacional, que firmó un acuerdo de paz en 1996, ha construido una madraza. Un dirigente ex guerrillero que todavía reúne a su ejército de irregulares "por si acaso" se pasea con una camiseta de "United Nations". "Queremos desarrollo -dice-, pero la madraza es lo único que tenemos."

Algunos especialistas han llamado a los talibán los maoístas del islam. Pero a diferencia del maoísmo, que ha inspirado a grupos guerrilleros activos en Nepal, India o Filipinas, los talibán no tenían ni tienen un proyecto político o de país, aunque se hayan ganado también el respeto de la gente.

Expertos en el movimiento talibán como Ahmed Rashid o Gilles Kepel dan credibilidad a la historia de que, en 1994, el mulá Mohamed Omar reunió a 30 hombres y les entregó 16 fusiles para rescatar a dos muchachas que habían sido llevadas a la fuerza y violadas en una guarnición de mujaidines, que por aquel entonces estaban enzarzados en una guerra de clanes para tomar el poder tras la caída del gobierno comunista de Najibullah. Así labraron los talibán su reputación de fuerza capaz de llevar la estabilidad y el orden a un país en guerra desde 1978.

Los grupos extremistas maoístas y los islamistas coinciden en que una vez tienen el control, imponen una forma de pensamiento y actuación únicos que si se vulnera es duramente penalizado. Pero grupos como los responsables de los atentados en Nueva York y Washington, según Olivier Roy, presidente de la Fundación Nacional de Ciencias Políticas de Francia, "no tienen partidos políticos, no tienen organizaciones de frente, no tienen intelectuales que escriban una doctrina para explicar sus ideas y programas. No tienen estrategia política, pues no hay nada que hacer el día después de la bomba".

Dinero saudí

Arabia Saudí aprobó el pasado abril un paquete de ayudas al desarrollo de 2.000 millones de dólares para la autoridad autónoma musulmana de Mindanao. La monarquía de Arabia Saudí, que encarna a la escuela reformista más puritana del islam, el wahhabismo, ha expandido su influencia en el mundo islámico gracias a su riqueza económica.

El wahhabismo saudí ha sido el caldo de cultivo ideológico de un islam austero y conservador que, llevado a su extremo y exacerbado por la pobreza y la ruptura de las estructuras estatales, ha sido apropiado por grupos radicales que blanden la "yihad" contra quienes interfieren en sus propósitos.

La escuela suní "wahhabi", fundada en el siglo XVIII, predica una vuelta a los valores originales del islam. El sufismo -una vertiente mística- o el chiismo -que impera en Irán- serían creencias infieles. El islam popular suní, que adora a santos y visita tumbas, sería una desviación de idolatría. El wahhabismo decretó que no sólo la Meca y Medina eran Tierra Santa, sino toda la península Arábiga. Una amplia zona que no debe ser pisada por cristianos ni judíos, pueblos del Libro a los que los musulmanes deben respetar, según el Corán.

Ossama Bin Laden se fue separando de sus compatriotas y protectores saudíes por discrepancias ideológicas. Bin Laden creía en un wahhabismo puro y no el que consideraba adulterado por la monarquía. Las tropas norteamericanas estacionadas en Arabia Saudí, permitidas porque iban a liberar a un país musulmán como Kuwait, tenían que irse al final de la guerra del Golfo, según opinaba Bin Laden. La monarquía discrepó. Para Bin Laden, los trabajadores domésticos asiáticos y los empleados occidentales de las petroleras también profanan Tierra Santa.

En Afganistán, Bin Laden adoctrinó a los talibán, de la secta suní deobandi -originaria de India-, pero cuya base religiosa se reducía a las enseñanzas en las madrazas de Pakistán. Exiliados y huérfanos por la guerra contra la URSS, crecidos sin padres, los talibán pasaron la infancia en las madrazas. Aprendieron el concepto de "yihad" en un momento en que todo el islam apoyaba la lucha santa contra la Unión Soviética, que era, en efecto, una rebelión contra la invasión de un Estado islámico por parte de un Estado ateo, o sea, infiel.

Los estudiantes del Corán, los talibán, se formaban en Pakistán y luego marchaban a Afganistán a formarse militarmente y a participar en la "yihad". El círculo estaba completado. Estados Unidos financiaba a los grupos guerrilleros por motivos estratégicos, Arabia Saudí hacía lo mismo por motivos de solidaridad islámica y por contrarrestar la revolución iraní, que podía influir en las minorías chiitas presentes en casi todos los países musulmanes.

En lo que fue la Unión Soviética, a los grupos radicales islámicos se les llama simplemente wahhabíes, con independencia de su secta. Son los que luchan en Chechenia, Daguestán o Uzbekistán. También tienen en común que han sido, en su mayoría, adoctrinados en Pakistán y reclutados en Afganistán.

Resulta paradójico que dos grandes aliados de Estados Unidos, Arabia Saudí y Pakistán, hayan influido en el desarrollo del integrismo más radical. Washington, preocupado por Irán -que sustenta un islam más abierto con las mujeres que el wahhabismo-, no previó que las semillas que se estaban sembrando podían alumbrar espinas. Y esa lección hace entender que cualquier campaña contra el terrorismo que quiera desatar la Administración Bush debe ir acompañada de una operación global de diplomacia y de comprensión del islam.

Sin embargo, Olivier Roy, autor de "Irán, de la revolución a la reforma" (Ed. Bellaterra) o de "La nueva Asia central" (Ed. Sequitur), opina que "es muy difícil presionar a Arabia Saudí: creen en su visión del islam, están convencidos de que es una forma de resistir la contestación política, apoyan a las redes de instituciones de enseñanza y escuelas religiosas a través de donaciones privadas y del Gobierno, y no tienen otra forma de obtener legitimidad en el mundo musulmán más que con su dinero y su religión".

El integrismo se ha vuelto contra Washington, pero también contra Arabia Saudí y Pakistán. A Pakistán, sus mujaidines le pusieron en apuros cuando franquearon la línea de control de Cachemira y estuvieron a punto de provocar la cuarta guerra con India. Y ahora su población, influenciada por el poso de un islam conservador, pone en entredicho la cooperación de Islamabad con EE.UU. La globalización de las comunicaciones y el descontento tanto de musulmanes árabes que se sienten incomprendidos por la cuestión israelí como de musulmanes de países occidentales con un grave conflicto de identidad entre modernidad y tradición han facilitado las acciones y el reclutamiento del extremismo. Y ahora el futuro es todavía más imprevisible.

                                                                                                                  David Dusster. La Vanguardia, 23/09/2001

                                                                           Por qué el islam perdió la historia


                A lo largo del siglo XX empezó a verse claro en Oriente Próximo, y de hecho en todas las tierras del islam, que las cosas no iban nada bien. Comparado con su rival milenario, la cristiandad, el mundo del islam se había vuelto pobre, débil e ignorante. 
                Los modernizadores -mediante la reforma o la revolución- concentraron sus esfuerzos en tres áreas principales: militar, económica y política. Los resultados alcanzados fueron decepcionantes. La búsqueda de victorias mediante ejércitos puestos al día condujo a una serie de humillantes derrotas (Israel). La búsqueda de prosperidad mediante el desarrollo produjo, en algunos países, economías empobrecidas y corruptas, que mostraban una necesidad constante de ayuda extranjera; en otros, una dependencia poco saludable de una sola fuente: el petróleo. Lo peor de todo es el resultado político: la larga búsqueda de libertad ha dejado un reguero de injustas tiranías, que van desde monarquías absolutas tradicionales hasta dictaduras de nuevo cuño, sólo modernas en su aparato de represión y adoctrinamiento.
                Ha debido haber muchas personas en Oriente Próximo, en el pasado y en el presente, que se hayan hecho esta pregunta: "¿Quién nos ha hecho esto?". Se trata de una reacción humana bastante común cuando las cosas van mal. Para esa pregunta han encontrado diversas respuestas. Por lo general, es más fácil y siempre más satisfactorio culpar a otros de las desgracias propias. Durante mucho tiempo, los mongoles fueron los villanos favoritos y a las invasiones mongolas del siglo XIII se las culpó de la destrucción del poderío musulmán y la civilización islámica, y de la subsiguiente debilidad y estancamiento.  El auge del nacionalismo  propició nuevas interpretaciones. Los árabes podían echar la culpa de sus problemas a los turcos que habían gobernado sobre ellos durante siglos.  El periodo de dominio francés y británico en gran parte del mundo árabe, en los siglos XIX y XX, proporcionó un nuevo  chivo expiatorio: el colonialismo occidental (...). Otra contribución europea a ese debate es el antisemitismo: culpar a "los judíos" de todo lo que va mal. En las sociedades islámicas tradicionales los judíos sufrían los problemas normales de su condición de minoría. En aspectos muy significativos, les fue mejor bajo el dominio musulmán que cristiano. Cuando existían actitudes hostiles contra los judíos, solían ser de desprecio más que de odio obsesivo. Esto hizo que los acontecimientos de 1948 -el fracaso de cinco estados y ejércitos árabes para evitar que medio millón de judíos crearan el Estado de Israel  en la colonia británica de Palestina- fueran una verdadera conmoción. Como observaron algunos escritores de la época, ya era bastante duro ser derrotados por las grandes potencias imperiales de Occidente; sufrir el mismo sino a manos de una banda despreciable de judíos era una humillación intolerable. El antisemitismo y la imagen  del judío como un monstruo malvado e intrigante proporcionó una respuesta tranquilizadora (...).
                Un argumento que se aduce en ocasiones es que la causa del cambio en las relaciones entre Oriente y Occidente no es la decadencia de Oriente Próximo, sino el auge de Occidente: los descubrimientos, el movimiento científico, la revolución tecnológica, industrial y política que han transformado Occidente y han aumentado en gran medida su riqueza y poder; pero esas comparaciones no responden a las preguntas, sino que las refuerzan: ¿Por qué los descubridores de América partieron de España y no de un puerto musulmán del Atlántico, donde esos viajes, de hecho, se intentaron en tiempos anteriores? ¿Por qué el gran avance científico se produjo en Europa y no, como razonablemente podía esperarse, en el ámbito más rico, más avanzado y, en muchos sentidos, más progresista del islam?
                Durante la mayor parte de la Edad Media, ni las culturas más antiguas de Oriente (China) ni las más nuevas de Occidente fueron los centros principales de civilización y progreso, sino el mundo del islam. Fue allí donde se recuperaron y desarrollaron las ciencias antiguas y se crearon otras nuevas; fue allí donde nacieron nuevas industrias y las manufacturas y el comercio se desarrollaron hasta un nivel sin precedentes; también fue allí donde gobiernos y sociedades lograron un grado de libertad de pensamiento y expresión que llevó a los judíos perseguidos, e incluso a los cristianos disidentes, a refugiarse de la cristiandad en el islam. El mundo islámico medieval, en comparación  con  las democracias más avanzadas, sólo ofreció una libertad limitada, pero fue una libertad mucho mayor que la ofrecida por sus sus contemporáneos y la mayoría de sus sucesores. A veces se ha planteado la siguiente cuestión: si el islam es un obstáculo para la libertad, la ciencia y el desarrollo económico, ¿cómo es posible que en el pasado la sociedad musulmana fuera pionera en los tres campos, y eso cuando los musulmanes estaban mucho más próximos en el tiempo a las fuentes e inspiración de su fe ahora?
                Los que en nuestros días se conocen como islamistas o fundamentalistas achacan los fracasos de los territorios islámicos modernos a la adopción de nociones y prácticas ajenas. Los musulmanes se apartaron del auténtico islam y por tanto perdieron su anterior grandeza. Los considerados modernizadores o reformadores toman el partido contrario y ven la causa de esa pérdida no en el abandono, sino en la conservación de los modos antiguos, sobre todo en la inflexibilidad y rigidez del clero islámico. En su opinión, ellos son los responsables de la persistencia de creencias y prácticas que tal vez fueron creativas y progresistas hace mil años, pero que hoy no lo son. Su táctica habitual es no denunciar la religión como tal, y mucho menos el islam en particular, sino dirigir sus críticas contra los fanáticos. Atribuyen al fanatismo, y más concretamente a las autoridades religiosas fanáticas, la desaparición del antaño gran movimiento científico islámico, y, más en general, de la libertad de pensamiento y expresión.
                Entre tanto, la búsqueda de culpables -los turcos, los mongoles, los imperialistas, los judíos, los americanos- continúa, y no parece que vaya a remitir. Para los gobiernos que dirigen gran parte de los países de Oriente Próximo, tiránicos y al mismo tiempo ineficaces, esa búsqueda sirve a un propósito útil y esencial: explicar la pobreza que no han conseguido aliviar y justificar la tiranía que han intensificado. En ese sentido, tratan de desviar la ira creciente de sus desdichados súbditos contra blancos externos.
                Pero un número cada vez mayor de personas en Oriente Próximo se está decantando por una aproximación más autocrítica: "¿Cómo podemos arreglar la situación?". En esa pregunta y en las diversas respuestas que se están aportando descansan las mejores esperanzas de futuro.
                                                                                       XAVIER BATALLA LA VANGUARDIA  17/11/2002

 

Sobre mayo del 68


Hijos y nietos de mayo del 68

            Los estudiantes franceses pidieron lo imposible hace treinta años. Eran una generación afortunada. Sus padres habían hecho la guerra y ellos disfrutaban del letargo de una sociedad que, por fin, creía haber logrado el bienestar. Y, sin embargo, eligieron la utopía y la pidieron a golpe de pintadas y adoquines. Así nació el mito de mayo del 68. Sus protagonistas no alcanzaron aquel mundo ideal en el que estaba prohibido prohibir y donde la imaginación debía llegar al poder, pero situaron a los jóvenes en el centro de la escena y obligaron a renovar las ideas y las políticas en la vieja Europa. Los llamados "hijos del 68" fueron los eternos jóvenes, la generación decisiva del último tercio del siglo. Hoy, situados ya en la cincuentena, son los padres de los jóvenes que han decidido pedir lo posible, un empleo, una oportunidad para poner en práctica sus conocimientos y sumarse al aburrido bienestar que despertó el inconformismo de sus progenitores hace ahora treinta años.
                                                                                                                      J. C.  Rius

LA REVOLUCIÓN ES UNA FIESTA "Fábrica ocupada", "Apoyad a los ferroviarios", "Personal en huelga indefinida”... Eran algunos de los muchos carteles o pintadas que nos deslumbraban camino de Paris. En los peajes de las autopistas, convertidos en caja de resistencia para recoger fondos para los  huelguistas, sentimos por primera vez el soplo :del entusiasmo y del compañerismo Un ambiente que se repetiría en todos los escenarios. "La revolución es una fiesta", decían algunos mientras compartías un vino en el "bistrot" o un banco para dormir en la Sorbona.
            Francia estaba paralizada por una huelga general. En las empresas ocupadas, los trabajadores además de jugar a la petanca o a las cartas, discutían, se organizaban... habían comenzado apoyando a los estudiantes frente a la represión de las fuerzas de seguridad, siguieron planteando sus reivindicaciones salariales, la gestión del trabajo y acabaron por poner en duda el sistema capitalista. En los grandes centros -universidades o fábricas- se montaban comedores, guarderías, enfermerías..." "Esbozos de autogestión", le llamaban.
            Habíamos salido de madrugada del diario "La Vanguardia", en el R-10 cargado de bidones de gasolina, temerosos de no encontrar estaciones abiertas. Paris -en especial el barrio latino o las grandes empresas-, saturado de pancartas; grafitos; banderas rojas o negras; imágenes de Marx, Bakunin, Lenin o el Che y de manifestaciones al son de "La Intemacional", dejaba boquiabiertos a unos jóvenes acostumbrados a la losa franquista. La Sorbana o el teatro Odéon fueron foros permanentes. Las acusaciones contra el capitalismo solían ir parejas a las condenas a la burocracia soviética. El internacionalismo alentaba aquel mayo: "Crear dos, tres... Vietnam" (Che), escribian en las paredes. No querían dar limosnas o asistencia a los países pobres, querían "cambiar el mundo". El poder estuvo en la calle, pero no pudieron cogerlo. Ha caido el comunismo, pero 30 años después muchos de los problemas planteados en mayo del 63 siguen en pie.
                                                                                                                                            Miriam Josa

 

            La revuelta de los estuiantes de París nació del hastío, pero marcó los ideales de varias generaclones
            Poco podían imaginar los estudiantes de la Universidad de Nanterre que iniciaron tímidamente las protestas que su desafío llenaría de violencia las calles de Paris y que su revuelta perpetuaría en todo el mundo el nombre de un mes y un año: mayo y 68. Su rebeldía, algo difusa en sus objetivos pero muy real en sus esencias, se convirtió en un simbolo de unos años convulsos que marcaron para siempre a toda una generación.
            Y si todo empezó por aburrimiento? El mundo hervía a finales de los 60. En Francia, diez años de progreso, estabilidad política sin precedentes y el general De Gaulle. Los campus de EE.UU. se desgañitaban contra Vietnam mientras  experimentaban el LSD. América Latina ensayaba revoluciones mientras crecía el mito del Che. Los italianos vivían los "años de plomo" y en Alemania bullía la universidad. Los franceses creían que los estudiantes españoles morían contra Franco y los griegos contra los coroneles. Francia alcanzaba el confort el 30 por ciento de las viviendas tiene ya cocina, aseo y cuarto de baño propio en 1968 (sólo el 9 por ciento en 1954). Los mayores temen la muerte; los jóvenes, el aburrimiento.
            Treinta años ya del mayo del 68. La juventud sacudió a Francia del letargo y legó al mundo una revuelta estéticamente insuperable: adoquines contra las CRS (antidisturbios), eslóganes cautivadores ("la imaginación al poder”, "seamos realistas, pidamos lo imposible"), muchachas en flor reclamando libertad sexual, el barrio latino de Paris en primavera, la última revolución de los grandes fotógrafos del blanco y negro y sin la CNN. Y todo, a bajo coste humano. En el Pekín del 89, la insatisfacción estudiantil se saldó con más de mil cadáveres que sólo sus madres recuerdan. El mayo del 68 terminó con un joven muerto. Era más bien de derechas, Philippe Matthérian. La noticia llegó tarde, el 24 de mayo, y todos creyeron que había muerto por arma blanca (en realidad le explotó una granada. Sus padres apoyaron el mutismo oficial para que la muerte no fuera utilizada por los estudiantes). A diferencia de las generaciones posteriores, los hijos del 68 encontraron empleo y un concepto rejuvenecido del poder, desde el que, cada cierto tiempo, recuerdan con buena pluma o dicción épica aquellos maravillosos días de mayo.

El mayo del 68 se fragua en el campus de Nanterre, en las afueras de Paris. Uno de esos laboratorios de ideas donde la concepción napoleónica de la universidad -central y uniforme casa mal. En menos de diez años y a causa de la eclosión demográfica de la posguerra, el número de universitarios se ha duplicado y hay medio millón de estudiantes en Francia sin que los medios y la infraestructura hayan crecido en paralelo. Además, esta generación se siente ahogada por la autocomplacencia general y unos mayores que les consideran carne de privilegio. El 8 de enero del 68, el ministro de la Juventud y el Deporte, François Missofe, inaugura la piscina de Nanterre. Cabe suponer la satisfacción del ministro, la fotografía de recuerdo con o sin cinta tricolor y el presumible aperitivo para el ministro y los muchachos gentileza del rectorado. Un tipo insolente se acerca al ministro. Se llama Daniel Cohn-Bendit, 23 años, estudiante de Sociología, nacido en Francia de padres alemanes y ciudadano germano por opción propia. Según consta en la primera ficha policial del citado -"Dany el Rojo" en mayo-, el muchacho le espetó: "He leído su libro blanco sobre la juventud. En 300 páginas no hay una sola palabra sobre los problemas sexuales de los jóvenes". Evidentemente era un insolente: ¿cómo podía haber leído esas 300 páginas? Francia es todavía un país de costumbres recatadas. Una cosa eran las películas de Brigitte Bardot y otra los domingos por la tarde en una ciudad de provincias. Un país donde la mayoría de los universitarios viste pulcramente traje de solapa estrecha, camisa blanca y corbata oscura. Con la llegada de la sociedad de consumo, esta generación "baby boom" -la eclosión demográfica posterior a la Segunda Guerra Mundial- ascendía sin el recuerdo ni la hipoteca de las penurias del pasado. En tan sólo 17 años (1950 a 1967), el nivel de vida de los franceses se había duplicado. Hay ese deseo            típico de los 60 por romper con los corsés las apariencias, la rutina, el conformismo del mundo adulto. El confort está garantizado. La libertad, no.

La vida política francesa es estable. Demasiado estable. El general De Gaulle en el Eliseo, su delfin Georges Pompidou al frente del Gobierno en Matignon, los comunistas en el mundo sindical y el PSF (socialistas) en la oposición. Marzo de t968. Otra vez Nanterre. Un incidente desemboca en la ocupación de las oficinas por parte de 150 estudiantes, liderados por el ineludible Cohn-Bendit, y en la creación del grupo anarquista 22 de Marzo. En esta época, un universitario era un individuo; dos, una asociación. Nanterre o la Sorbona tenían un fuerte tejido de grupos y asociaciones, de pulso vital izquierdista y convicciones como que el mundo es modificable. El rectorado ordena el cierre del campus de Nanterre hasta abril, el primer cierre (el orden ya no se reinstauró hasta el otoño siguiente).  Menudean los conflictos y protestas y una parte importante del profesorado alienta a los alumnos en sus reivindicaciones, más bien existenciales y difusas.

Hay otros líderes además del famoso y hoy eurodiputado CohBendit, como Alein Gesmar, secretario general de un sindicato estudiantil, o el trotskista Alain Krivine. Y una coincidencia inicial: es una izquierda anticonformista al margen del poderoso Partido Comunista Francés, uno de los estamentos de Francia que más desconfiaron del movimiento estudiantil al considerarlo el capricho de unos niños bien. A las primeras de cambio, el 3 de mayo, George Marchais, miembro del politburó del PCF y futuro secretario general, escribe en "L'Humanité" que hay que "aislar y desenmascarar a esos falsos revolucionarios". Quizás esta falta de nexos explica el desprecio del Gobierno al principio y la desorientación después. De Gaulle sabía cómo negociar con los sindicatos comunistas Pero ¿con Dany el Rojo?

El primer ministro Pompidou abandona Paris el 2 de mayo.Ese clima sociológico se plasma con fuerza en las calles de Paris, rejuvenecidas por el seductor encanto de la juventud, incorrupta y no contaminada como el Dustin Hoffman de "EI graduado". La luz de alarma para el Gobiemo se enciende cuando los sindicatos se lanzan al ruedo y secundan a los estudiantes. El 13 de mayo se registra la primera huelga general, el mismo día en que los estudiantes toman la Soborna y escenifican entre sus viejas paredes un modelo de sociedad alternativa, diferente y voluntarista.

El primer ministro Pompidou y el presidente de la República difieren sobre el enfoque: aquél actúa con mano izquierda, éste reclama orden desde el principio. El semanario "L'Exp' entrevistó recientemente a uno de los héroes -hoy, que no entonces- del mayo del 68: el prefecto de policía de Paris, Maurice Grimaud, quien evoca cómo un grupo de personalidades persuadieron a De Gaulle para no emplear la fuerza a gran escala en el desalojo de los dos epicentros y símbolos del poder estudiantil: la venerable Sorbona y el teatro del Odeón. Las muertes nunca llegaron y en determinados momentos habrían sido un punto de no retorno, un error de incalculables consecuencias. Grimaud, por cierto, tiene palabras de elogio hacia el célebre Cohn-Bendit, "Dany el Rojo", al recordar cómo éste evitó en la jornada eufórica del 13 de mayo que la manifestación multitudinaria de estudiantes, sindicatos y partidos de izquierda se dirigiera al Eliseo, como reclamaban los jóvenes más radicales dispuestos a todo.

Con los sindicatos subidos al can de la protesta estudiantil, la izquierda política trata de pescar en aquel rio revuelto, consciente de la debilidad del general y de las dificultades de Pompidou. Después de los fallidos intentos del presidente de la República de desactivar el movimiento con mensajes patrióticos y promesas de reformas políticas, De Gaulle es un personaje desaparecido. Francois Mitterrand comete entonces uno de Ios mayores patinazos de su carrera: convoca a la prensa en los salones del hotel Continental el 28 de mayo y se ofrece, "si es necesario", a asumir la responsabilidad de ser el presidente de la República. Ni el caos era tan grave ni él hubiera sido necesariamente el preferido de la izquierda.

El primer ministro Pompidou trabaja para recobrar el favor sindical y aislar a Ios estudiantes. Son necesarias grandes concesiones (Francia estaba colapsada el 20 de mayo, con problemas de abastecimiento y entre 8 y l0 millones de asalariados en huelga indefinida). Los manifestantes ya no se contentan con el barrio latino: el 24 de mayo arde la Bolsa y corren rumores de un inminente asalto al ayuntamiento de Paris. Finalmente, el 27 de mayo, patronal, Gobierno y sindicatos firman los acuerdos de Grenelle: aumento gradual de los salarios un 10 por ciento, incremento del 35 por ciento del salario mínimo y reconocimiento del papel de los sindicatos en el seno de las empresas. Tres días después, el "reaparecido" De Gaulle anuncia la disolución de la Asamblea Nacional y recobra un mínimo sentido del orden y la autoridad. Los Campos Elíseos son una marea tricolor en apoyo al general.
Al llegar junio, Francia recobra el orden, aunque los días de De Gaulle ya están contados (pierde el referéndum de abril del 69 y presenta la dimisión). La policía desaloja sin problemas la Sorbona y el teatro del Odeón. El país ya ha recuperado las "buenas costumbres" en el puente de Pentecostés del 1 de junio: 70 muertos en las carreteras y 600 heridos. 
                                                                                                                                                           Joaquin Luna

 

EL MUNDO ARDE Y ESPAÑA CONSUME

Cuando estalló la revuelta estudiantil y obrera en Francia, el general Franco acababa de presidir la fiesta sindical del 1 de mayo en el estadio Santiago Bernabeu y la oposición sufría las consecuencias de las manifestaciones ilegales de la misma fecha Hubo detenciones en Madrid Valencia, Bilbao y Barcelona, donde fueron encarceladas 2 personas y un fotógrafo francés que retrató los incidentes. Días después, se celebró en Tarragona un congreso sindical presidido por el príncipe Juan Carlos.

Las universidades españolas estaban tristes y solas, y las facultades estaban vacías y desmovilizadas a causa de la represión vivida en Santiago de Compostela, Valladolid, Sevilla, Bilbao, Madrid y Barcelona, con sanciones y expulsiones de estudiantes y profesores. Los cierres gubernativos y la proximidad de los exámenes impidieron acciones solidarias con Paris El curso siguiente, los universitarios de Barcelona arrojaron el busto del general Franco por la ventana del rectorado.

Mientras la revuelta crecía en Paris, el Tribunal de Orden Público (TOP) condenaba a un abogado que explicó la falta de libertades a "Le Nouvel Observateur" y absolvía a miembros del club Juvenil Oñate por editar un boletín sin depósito legal, y a tres jesuitas por escribir el libro "EI sindicalismo". Los enlaces sindicales de la empresa CASA estaban acusados de sedición. El diario "Madrid" fue suspendido durante dos meses y la revista "Cuadernos para el Diálogo" fue secuestrada por la autoridad gubernativa. Ya en agosto, ETA asesinó al comisario Melitón Manzanas.

Con la frontera de Gibraltar cerrada de nuevo por parte española y con Guinea Ecuatorial a punto de acceder a la independencia, las noticias procedentes del extranjero no eran alentadoras para quienes querían paz y libertad. El reciente asesinato de Martin Luther King comportó una oleada de disturbios raciales en Estados Unidos. En Paris se iniciaban las conversaciones para la paz en Vietnarn con la imagen del general Loan disparando a la sien de un vietcong. Robert Kennedy realizaba una campaña electoral que acabaría con su asesinato semanas después. Oriente Medio era un polvorín donde crecía el mito del general Moshe Dayen...

Las ilusiones del mayo francés se desvanecieron junto con las ilusiones de la primavera de Praga Y mientras los tanques soviéticos acababan con el socialismo de rostro humano, comenzaba otro genocidio en Biafra.

XiBECA CONGUITOS

Mientras los estudiantes revolucionaban Paris, la prensa inglesa removía el asunto del proyecto de un túnel bajo el canal de la Mancha. No parecía una obra de ciencia ficción, y menos cuando se acababa de lanzar el satélite europeo Esro 11, los rusos decían que querían llegar a Venus antes que a la Luna y los ordenadores entraban en las escuelas de Estados Unidos.

La alta tecnología española de aquel 68 tuvo dos símbolos. Uno fue el Seat 124, que se presentó en el Salón del Automóvil de Barcelona y se convirtió en el coche de la clase media acomodada. El otro fue la motocicleta Montesa Cob 247, que valió varios premios a su diseñador, Leopoldo Mila. Acababa de estrenarse "West Side story "cuando en España se autorizaron las salas de arte y ensayo En ellas podía verse y escucharse cine en versión original. "Juies et Jim" y "The knack" fueron dos éxitos de la temporada, junto a "Helga", un documental alemán sobre la maternidad que congregó largas colas de espectadores ávidos de ver un sexo y un parto. Esas salas permitieron conocer a Marlon Brando y Lee Marvin en la versión original de "Salvaje".

Pero era un cine para minorías, como lo fueron los estrenos teatrales de "Marat Sade" o de "La casa de las chivas", interpretada por Amparo Baró y Carlos Ballesteros. Y mientras los estudiantes franceses buscaban la playa bajo los adoquines, parte del público español empezó a vestir como "Bonnie & Clyde". Otra parte se identificaba con los protagonistas de "La piel quemada".

Bastaba que el Régimen fomentase el deporte para que la juventud antifranquista lo considerase el opio del puebio. Tal vez por eso, una de las imágenes que más impactaron a los estudiantes españoles fue la de los atietas negros en el podio olimpico de México, de espaldas a la bandera de EE.UU. y saludando con el puño en alto, el signo de los Panteras Negras. La otra fue la de Ia matanza de estudiantes perpetrada por el Ejército mexicano.

                                                                                                                                                              Joaquim Roglan

 

QUÉ QUEDA DE AQUEL MAYO

  Mayo del 68 no se llamó a si mismo "mayo del 68". Su referencia más común fue "movimiento 22 de marzo", en alusión al Movimiento 26 de Julio cubano. Los hechos empezaron el 26 de enero de aquel año, en Nanterre, como una protesta estudiantil. La ocasión fue la visita del ministro de la Juventud para inaugurar una piscina en la nueva Facultad de Letras y Ciencias Humanas de este extrarradio parisino. Primera pancarta "Esta tarde, orgia en la piscina". Primer gesto público: Daniel CohnBendit osando pedirle fuego al señor ministro.

Mayo del 68 conservó el último día su carácter ante todo de protesta juvenil. Aunque pidió la revolución, no estuvo seguro de quererla. Levantaron las calles de Paris, consiguieron parar las fábricas de Francia y pusieron en jaque al mismo Estado, con De Gaulle a punto de dimitir, pero los estudiantes fueron lo suficientemente lúcidos para percatarse de que aquello no era, a fin de cuentas, una revolución.

El 19 de mayo invitaron a los filósofos a entrar en la Soborna ocupada. Sartre fue esperado hasta la noche. "Creía que ya estabais hartos de clases magistrales", dijo al empezar ante un paraninfo abarrotado y humeante. El semanario "Le Nouvel Observateur" publicaba al mismo tiempo una entrevista entre este filósofo y el lider Cohn-Bendit. "¿Oué esperaba usted de este movimiento?", pregunta Sartre El joven responde: "En el mejor de los casos, hacer que el Gobierno caiga. Pero ni soñar con hacer saltar la sociedad burquesa".

Revolución es el giro de una rueda, la inversión de un orden establecido. No la hubo en mayo del 68, porque apenas se pretendió. En este sentido, no se puede decir que mayo fracasara. Clamaron contra el neocapitalismo imperialista, la tecnocracia y el Consumismo Todo eso sigue ahí. Pero la "superestructura" moral, cultural y educativa, especialmente la universidad, sí que ha cambiado desde entonces.

En sus objetivos inmediatos, mayo triunfó. Otra cosa es que, universitarios o no, prefiramos hoy ser más sumisos que críticos. En cuanto a sus objetivos últimos, las demandas del 68 -decidir y participar en todo lo que afecte al modo de vida-, son fines aún por realizar. Pero siguen siendo al mismo tiempo deseables este es el mayor triunfo de aquel movimiento. Si bien no todos los estudiantes quisieron por igual "liberarse". Los de derechas -futuros ministros y votantes de Chirac- se opusieron con fuerza a los "bolchos" y "rabiosos" en nombre de Occidente y la Nación. Junto con las fuerzas del CRS policial, fueron el más grande obstáculo para Ios rebeldes.
            Pero todos los que hicieron el mayo del 68 cambiaron desde aquella primavera sus vidas e indirectamente las de sus hijos. Lo esencial no ha sido borrado: cambiar el "modo de vida", pasar de una cultura del malestar a otra en que se sueñe y busque el "estado de felicidad permanente".

¿Oué otro movimiento de protesta ha conseguido reunir Transgresión y Creación al unísono? ¿Dónde se ha vuelto a encontrar Fiesta y Combate a la vez? Por eso la mayor desgracia del 68 no está en sus detractores, sino entre el alud de sus fáciles defensores y el desfile permanente de falsos protagonistas y testigos del acontecimiento. ¿Quién, que no se sienta joven o nostálgico de aventura, no se va a reconocer en el mayo parisino? Hasta lo hizo el zafio François Mitterrand en aquel momento. Fue un movimiento que introdujo algo nuevo en el mundo, después de lo cual se desvaneció y sobrevive en una confusión de suspiros.

Pero de mayo del 68 quedan nada menos que las ideas y los procedimientos, aunque no, desde luego, en la política. Pues los métodos de la contestación parisina siguen estando vigentes, excepto la barricada, por falta hoy de adoquinada Así, perduran la asamblea, los manifiestos y carteles, los comités de acción, la conexión con la prensa, las llamadas a la solidaridad, las manifestaciones en la calle, los grafitos y, sobre todo, la ocupación de lugares emblemáticos. Estuvieron entonces a punto de ocupar el Ministerio de Educación, la Radiotelevisión y la bolsa; pudieron hacerlo, sólo la división de consignas lo impidió. La Sorbona y el gran teatro del Odeón, con toda su mole y significado políticos, ya estaban en manos de los estudiantes.

En lo que respecta a las ideas: mayo del 68 no tuvo un filósofo, ni entonces ni después. Marcuse estuvo sólo de paso en la Unesco. Daniel Cohn-Bendit, mientras, no era Rudi Dutschke, el lider de la Universidad de Berlín, más intelectual y organizado, y por ello víctima de un grave atentado. "Oue cada uno sea el servicio de orden de sí mismo", grita Cohn-Bendit en la mayor concentración callejera. Bueno para la libertad, malo para traerla a la política. Mayo del 68 fue un movimiento de contestación estudiantil altamente politizado, pero poco atraído por la política y menos preparado aún para ella, que exige, del lado que se esté -lo hicieron los anarquistas en Cataluña-, organizar y saber organizarse. Recuérdese que el 68 parisino se acabó porque los jóvenes creyeron a los políticos, quienes les utilizaron sin excepción de siglas.

De aquel mayo siguen en pie, pese a todo, las ideas que se difundieron, no en una "filosofía", sino en un vasto mosaico de consignas, panfletos y, en especial, el periódico "Action", aparecido el día 7 de mayo con un magno titular: "¡Resistir a la represión!". De cerca, la ideología común de aquellos estudiantes fue el marxismo libertario visto en perspectiva, fue un colosal, un bello y brutal, a la vez, movimiento antiautoritario. En este sentido, mayo del 68 es un hito de nuestro siglo que la democracia del siglo XXI no puede pasar por alto.

                                                                                                                                     Nortert Bilbeny*

*Norbert Bilbeny es profesor de Filosofiá de la Uníversitat de Barcelona Autor de "La revolución en la ética" (Anagrama, 1997) y "Politicasin Estadh"(Ariel, 1998). Profesor invitado por la Uníversidad de Berkeley y el CNRS de París.

 

                                                             Textos extraídos de  La Vanguardia, revista Magazine  26 de abril de 1998

 


El futuro de la Historia

Una entrevista con Howard Zinn por David Barsamian (fragmento). Howard Zinn, profesor emérito de la Universidad de Boston, es uno de los historiadores más distinguidos de los Estados Unidos. Fue un participante activo de los movimientos por los derechos civiles y en contra de la Guerra del Vietnam. Su último libro es The Zinn Reader.

-David Barsamian, el entrevistador:  ¿Es Marx aún relevante hoy en día?

Howard Zinn : (…) La razón por la cual quería escribir algo sobre Marx es que hay ciertas cosas que dijo en el siglo XIX que resultaron ser inadecuadas para el entendimiento del mundo tal y como es hoy en día. Tenía una visión distorsionada sobre cuánto tiempo tomaría el que se produjese una revolución socialista. Hubo un momento en el que él y Engels pensaron que las revoluciones de 1848 en Europa conducirían a las revoluciones obreras. No fue así.
Marx no llegó a ser consciente de la capacidad de supervivencia del capitalismo, de la aptitud del sistema para idear obstáculos a la revolución, su poder para suprimir movimientos revolucionarios y su habilidad para alejar a la clase obrera de la idea del cambio revolucionario. Aunque Marx presenció los eventos de mediados del siglo XIX en los EE.UU. y fue durante un tiempo corresponsal del New York Tribune, no supo anticipar el hecho de que el sistema estadounidense sería capaz de mantener a raya a los movimientos revolucionarios por medio de diversas de tácticas. Me refiero a "tácticas", como si se tratara de algo deliberado, pero creo que probablemente no sea del todo acertado llamarlas "tácticas". Dejémoslo en que se dieron ciertos desarrollos dentro del capitalismo estadounidense que posibilitaron su supervivencia. Uno de ellos fue el hecho de que el capitalismo en los EE.UU., gracias a la enorme riqueza del país, fue capaz de responder a los movimientos obreros haciendo concesiones, de responder al sindicalismo aceptando una subida de los salarios y la reducción de las horas de trabajo. El sistema hizo frente a las crisis económicas con reformas, como en la década de los treinta con el New Deal. De ese modo creó un sector de la clase obrera más satisfecho, el cual se ha mantenido conforme con el sistema o, cuando ha estado disconforme, no ha sido contra el capitalismo como sistema sino contra manifestaciones específicas del mismo. Así, la mayoría de los trabajadores de los EE.UU. no interpretan sus problemas como sistémicos, sino como problemas que son corregibles a través de reformas. Por lo tanto, el sistema ha sido capaz de sostenerse al poseer la riqueza suficiente para distribuir regalos entre parte de la clase obrera al mismo tiempo que mantenía unos enormes beneficios.

En los días de la Primera Guerra Mundial, W.E.B. Du Bois, uno de los intelectuales norteamericanos más sagaces, observó que el sistema estadounidense estaba siendo capaz de otorgar ciertas recompensas a sus trabajadores gracias a la explotación de otra gente en el extranjero. Percibió el carácter imperialista de la Primera Guerra Mundial y de las potencias occidentales, y halló que las potencias occidentales, extrayendo la riqueza del Medio Oriente, Latinoamérica y Asia, eran capaces de dar una pequeña parte de sus beneficios a su propia clase trabajadora, pudiendo así hacerla partícipe de cierta unidad nacional, lo que al mismo tiempo les permitiría reclutarla en la guerra que querían mantener.

Es muy diferente tener una clase trabajadora que representa el 80 por ciento de la población y que está furiosa contra el sistema a tener una clase trabajadora de la cual la mitad de ella se siente satisfecha con los obsequios recibidos, dejando a una minoría en la pobreza más absoluta. Esa minoría puede ser grande, en los EE.UU. puede haber unos 40 millones de personas en circunstancias angustiosas sin asistencia médica, con una alta incidencia de mortalidad infantil, pero no llega a ser lo suficientemente grande como para llevar a cabo el tipo de revolución obrera que Marx y Engels esperaban.
Pienso que Marx tampoco vio, y esto fue señalado por Paul Sweezy y Paul Baran en sus análisis post-marxistas del capitalismo, que la crisis económica que los marxistas esperaban después de la Segunda Guerra Mundial no tuvo lugar a causa de la militarización del capitalismo.
Una especie de Keynesianismo militar se puso en funcionamiento, por el cual a través de una enorme suma de dinero destinada a contratos militares, el gobierno creaba empleo y ponía "inyecciones" venenosas a largo plazo, pero que a corto plazo mantenían el sistema.
Por otro lado, hay análisis del sistema capitalista de Marx que resultaron ser muy lúcidos. Probablemente el más obvio sea sobre la creciente concentración y centralización del capital a escala global. Lo que ahora llamamos economía global, o globalización, ya fue predicho por Marx. Anticipó un mundo cada vez más interrelacionado económicamente. Anticipó las empresas convirtiéndose en megacorporaciones, las fusiones, y la posesión de los recursos materiales de todo el mundo concentrándose cada vez en menos manos. Se comenta a menudo que Marx habló del empobrecimiento del proletariado y el correspondiente incremento en la riqueza de las clases altas, la polarización entre riqueza y pobreza. Y muy a menudo se dice que Marx se equivocó en esto. En los EE.UU. no es tan evidente por esa gran clase media que no se encuentra ni en un polo ni en el otro. Si lo miras desde una perspectiva global, el capitalismo global ha evolucionado en esa dirección . Si comparamos la riqueza de los países ricos y la de los países pobres, especialmente si consideramos la riqueza del sector de mayor ingresos de los países ricos y el 90 por ciento de la población de los países pobres, nos encontramos con una polarización de la riqueza más marcada de lo que era en el siglo XIX.

(...) La Unión Soviética y otros países se han llamado a sí mismos marxistas y han establecido estados policiales que actuaban contra el espíritu de las ideas de Marx. Así que me alegré mucho de que con la desintegración de la Unión Soviética ya no se asociara el socialismo con la Unión Soviética, que ya no se pudiera decir "éste es un lugar donde existe el socialismo". Me pareció que entonces se podría despejar el ambiente y que podríamos empezar a hablar del socialismo como se hablaba a principios de siglo en los EE.UU., antes de que la Unión Soviética existiera, cuando el Partido Socialista era una fuerza vigorosa en los EE.UU., cuando su candidato a la presidencia recibía casi un millón de votos. Había periódicos socialistas por todo el país que probablemente eran leídos por varios millones de personas. En aquella época la Industrial Workers of the World (IWW) era una fuerza muy efectiva organizando huelgas y revueltas por todo el país.
Es muy interesante ver que el socialismo en este país disfrutó de su momento más álgido antes de que la Unión Soviética existiera. Entonces la gente podía tomar en consideración las ideas socialistas sin la imposición de un ejemplo foráneo y distorsionado. La gente encontraba aquellas ideas muy razonables. Veían que Eugene Debs, Mother Jones, Emma Goldman, Jack London, Lincoln Steffens, y otra gente admirada en los EE.UU. se habían convertido al socialismo porque habían sido testigos de lo que el capitalismo estaba haciendo con las personas. El socialismo en aquella época era de sentido común, como la idea de que puedas tomar la riqueza del país e intentar utilizarla de manera racional y humana.

(...)

 

  Mohamed Ali dijo no a Vietnam



En el centro de entrenamiento de las Fuerzas Armadas en Houston, Texas, el 28 de abril de 1967, el campeón del mundo de los pesos pesados rehusó dar un paso al frente cuando por tres veces lo emplazaron a enrolarse en el ejército estadounidense
Mohamed Ali, nacido Cassius Marcellus Clay, ha sido uno de los grandes boxeadores de la historia. Medalla de oro en la categoría de los semipesados en los Juegos Olímpicos de Roma en 1960, campeón del mundo de los grandes pesos en 1964 –el mismo año en que abrazó la fe musulmana, se cambió el nombre y se adhirió a la Nación del Islam-; desposeído del título en 1967 por negarse a prestar el servicio militar en el ejército estadounidense. Recuperó la corona mundial en 1974 en un combate legendario contra George Foreman en Kinshasa, Zaire; aún tuvo tiempo de perderlo ante Leo Spinks y volver a conquistarlo frente al mismo rival por tercera vez, antes de su tardía retirada en 1981, ya aquejado de Parkinson, la enfermedad contra la que sigue combatiendo.
Pero Ali no solo fue uno de los grandes del cuadrilátero sino un deportista que sacudió la conservadora sociedad estadounidense de los años sesenta, espantada por la oposición a la guerra de Vietnam, la reivindicación de los derechos civiles de la minoría negra y la rebeldía juvenil que caracterizó la década. La personalidad de Ali -orgulloso, fanfarrón, provocador- mezcló bien con el nuevo papel de los media en el deporte, especialmente con la televisión. Esa misma personalidad, junto a sus creencias religiosas, le indujo a decir no al ejército, afrontar tres años y medios sin boxear y convertirse durante mucho tiempo en uno de los personajes más odiados por, al menos, la mitad del país, que anhelaba su derrota cada vez que subía al ring.
Cassius Clay nació el 17 de enero de 1942 en Louisville, Kentucky, en el seno de una familia de clase media. Con dieciocho años ganó la medalla de oro de los semipesados en las olimpiadas de Roma de 1960. En la posterior rueda de prensa –siempre fue habilidoso para manejarlas contra enemigos y adversarios- defendió fervientemente a su país frente a los rusos. Pero este papel de negro bueno, que tanto gustaba a los estadounidenses, duró poco. De regreso a Louisville fue recibido como un héroe local, lo que no le evitó ser objeto de discriminaciones en locales y restaurantes. Después de uno de estos altercados raciales lanzó la medalla olímpica al río Ohio –según su confesión-. Otros, como su amigo Norman Mailer, no descartaron que la hubiera perdido.
En octubre de 1960 debutó como profesional, consiguiendo 19 victorias -15 por KO - durante los tres años siguientes.  El 25 de febrero de 1964 obtuvo, contra todo pronóstico, el título mundial al vencer al rocoso Sonny Liston. Clay, apoyado en el Convention Hall de Miami Beach por Malcom X, se convirtió en el campeón más incómodo para la Norteamérica blanca. Al día siguiente anunció su conversión a la fe musulmana y su ingreso en la Nación del Islam. El 6 de marzo adoptó el nombre de Mohamed Ali, que muchos estadounidenses, incluyendo los medios de comunicación, se negaron a utilizar durante años. El rechazo a sus opiniones y “el mal ejemplo que daba a la juventud”, junto a otros intereses comerciales, llevó una de las asociaciones -la World Boxing Association (WBA)- a desposeer a Ali del título solo un mes después de conquistarlo.
Tras unos combates fáciles, en mayo de 1965, le concedió la revancha a Sonny Liston. El combate apenas duró un minuto. Un golpe invisible, todavía hoy discutido, acabó con Liston en la lona. Las sospechas de tongo o la influencia de los musulmanes negros se sumaron a los recelos tradicionales ante un deporte, con frecuencia, manipulado por las apuestas.
El clima de hostilidad contra Ali subió como la espuma cuando fue llamado a filas –en plena escalada de la guerra de Vietnam-. Durante todo el año 1966 presentó sucesivos requerimientos contra la decisión de declararlo apto para el servicio, alegando razones de conciencia debido a su religión, pero sólo consiguió algún aplazamiento para que pudiera defender el título. Además, sus categóricas declaraciones contra la guerra de Vietnam, entre ellas su famosa “Tío, no tengo nada contra esos Vietcong”, no le ayudaron.
Finalmente, tras la negativa del Tribunal Supremo a concederle un nuevo aplazamiento para su incorporación a filas, el 28 de abril de 1967 Mohamed Ali se presentó en el centro de entrenamiento del ejército de Houston, pero permaneció inmóvil y callado a los requerimientos del oficial de alistamiento, que ante su mutismo le informaba de la pena a la que podía ser condenado por desertor. El campeón, desafiante, no respondió a los avisos –ni cuando lo citaron como Cassius Clay ni cuando lo hicieron como Mohamed Ali-. Ese mismo día, la Comisión Atlética del Estado de Nueva York le desposeyó de su título mundial y de la licencia de boxeador –otros estados siguieron el ejemplo y le suspendieron el permiso para boxear-.
El 20 de junio el Tribunal Federal de Houston le condenó a cinco años de prisión y 10.000 dólares de multa. Comenzó así un largo periplo de tres años y medio alejado del boxeo. Pese algunos intentos de personalidades negras para encontrar una solución o la amenaza de acabar en la cárcel, siempre se negó a  retractarse, convencido de que cuando pudiera volver a boxear recuperaría la corona “que no me pudo arrebatar nadie en el ring”. 
Permaneció en libertad provisional bajo fianza mientras presentaba recursos de apelación, primero ante un tribunal de Houston, más tarde ante uno de Nueva Orleans –junio de 1968-. Cuando las sentencias ratificaron la condena, recurrió al Tribunal Supremo de Estados Unidos.
Ali pasó los dos años siguientes viajando por el país, realizando conferencias en escuelas y universidades. La sociedad estadounidense, cada vez más crítica con la guerra de Vietnam, comenzó a apreciarle  Se sucedieron los intentos para que se le levantara la prohibición de boxear.  En septiembre de 1970, un juez federal de Texas consideró que la suspensión de Clay era “arbitraria e irrazonable” y,  poco después, la misma comisión neoyorkina que le había desposeído del título le concedió de nuevo la licencia para boxear.
Mohamed Alí regresó al ring en octubre de 1970. Obtuvo dos victorias, pero perdió el combate por el título contra Joe Frazier, el 8 de marzo de 1971. El 28 de junio de ese mismo año, el Tribunal Supremo anuló la condena contra Alí por motivos de forma –entre ellos, las escuchas telefónicas realizadas por el FBI- sin entrar en el fondo de la cuestión: el derecho a la objeción de conciencia.
Volvió a enfrentarse a Frazier –ya desposeído del título- en enero de 1974, esta vez con victoria a los puntos. En octubre de ese mismo año recuperó el título de los pesos pesados al dejar fuera de combate en el octavo asalto al campeón George Foreman, en Kinshasa, capital del Zaire gobernado por el dictador Mobutu Sese Seko. En el que se llamó el combate del siglo, Mohamed Ali, apoyado por más de 120.000 enardecidos espectadores que gritaban “Ali, mátalo”,  recuperaba la corona que había perdido en los despachos siete años antes. Fue su momento de máximo esplendor.

                                                                                                  La Vanguardia, Hemeroteca | 28/04/2012


Cooperación por remordimiento

Hay momentos en la historia en los que la irracionalidad y la desproporción del ser humano llegan a tal punto que algunos gobiernos, años después, se ven obligados moralmente a reparar semejantes desmanes. Nada tiene esto que ver con multas, donaciones altruistas o reparaciones de guerra, sino con compensaciones que se ofrecen a algunos países para que no se hable mucho de temas que resultarían terriblemente vergonzantes para los gobiernos o conciudadanos de quienes cometieron aquellos atropellos décadas o siglos atrás y reparar así las heridas que causaron. Esto ha sido la consecuencia más actual de una etapa clave en la historia mundial de los siglos XIX y XX: el colonialismo. (…)
A nivel histórico y político, uno de los sucesos que puede ser más traumático para una sociedad – una opinión pública más bien – y para el mundo político y económico es reconocer que tu país fue promotor o colaborador en un genocidio décadas atrás. Alemania tuvo que asumir el Holocausto, cuya negación es delito en varios países europeos. Caso contrario es Turquía, que niega el genocidio de la población armenia durante la Primera Guerra Mundial, cuyas cifras oscilan entre el medio millón y millón y medio de armenios exterminados.
Una mezcla entre los dos tipos anteriores ocurre con África. Para las potencias de la época, sus territorios en África eran sus joyas coloniales, pero un siglo después esos territorios ya independientes les han supuesto más de un dolor de cabeza a su política exterior. En esas décadas finales del siglo XIX hasta la Primera Guerra Mundial, la inmensa mayoría de países cometieron abusos sobre las poblaciones locales absolutamente desproporcionados. Por si aquellos años les supieron a poco, los procesos de descolonización en las décadas de los años cincuenta, sesenta y setenta del siglo XX tampoco están exentos de barbaridades. Algunos de ellos son históricamente conocidos de lo clamorosos que fueron. Otros no tanto. Para que los ya conocidas no se conozcan más y los no muy conocidos no se sepan, muchos países europeos tienen generosas políticas de cooperación y ayuda al desarrollo (AOD) con países en los que cometieron esos abusos con el compromiso tácito de los receptores de no airear esas historias.

Fernando Arancón · 1 dic, 2013 en http://elordenmundial.com/relaciones-internacionales/cooperacion-por-remordimiento/


DISCURSO EN LA CEREMONIA DE PROCLAMACION DE LA INDEPENDENCIA DEL CONGO


Hombres y mujeres del Congo,
Victoriosos luchadores de la independencia,
Los saludo en nombre del gobierno congolés.
Les pido a todos ustedes, amigos míos, quienes pelearon incansablemente en nuestras filas, marcar este 30 de junio de 1960, como una fecha ilustre que quedara por siempre grabada en sus corazones, una fecha cuyo significado le explicarán orgullosamente a sus hijos, para que ellos en su momento les puedan contar a sus nietos y bisnietos la gloriosa historia de nuestra lucha por la libertad.
Aunque esta independencia del Congo está siendo proclamada hoy en acuerdo con Bélgica, un país amistoso, con el que estamos en igualdad de términos, ningún congolés olvidará que la independencia se ganó en lucha, una lucha perseverante e inspirada que ocurrió en el día a día, una lucha, en la qué no nos intimidamos por la privación o el sufrimiento y no escatimamos fuerza o sangre.
Estuvo llena de lágrimas, fuego y sangre. Estamos profundamente orgullosos de nuestra lucha, porque era justa y noble e indispensable para poner fin a la humillante esclavitud que nos fue impuesta.
Esa fue nuestra suerte durante los ochenta años de dominio colonial y nuestras heridas están muy frescas y son demasiado dolorosas para ser olvidadas.
Hemos experimentado trabajo forzoso a cambio de una paga que no nos permitía satisfacer nuestra hambre, vestirnos, tener alojamiento decente o criar a nuestros hijos como seres amados.
Mañana, tarde y noche éramos sometidos a burlas, insultos y golpes porque éramos "Negros". ¿Quién podrá olvidar que el negro era tratado como "tú", no porque fuera un amigo, sino porque el respetuoso "usted" estaba reservado para el hombre blanco?
Hemos visto nuestras tierras confiscadas en nombre de leyes aparentemente justas, que daban reconocimiento sólo al derecho de la fuerza.
No hemos olvidado que la ley nunca fue la misma para el blanco y para el negro, que era indulgente para unos, y cruel e inhumana para los otros.
Hemos experimentado sufrimientos atroces, hemos sido perseguidos por convicciones políticas y creencias religiosas, y exiliados de nuestra tierra natal: nuestra suerte fue peor que la muerte misma.
No hemos olvidado que en las ciudades las mansiones eran para los blancos y las chozas en ruinas para los negros; que un negro no era admitido en los cines, restaurantes y tiendas reservadas para los "europeos"; que un negro viajaba en el compartimento, bajo los pies de los blancos en sus cabinas de lujo.
¿Quién podrá olvidar los tiroteos que mataron a tantos de nuestros hermanos, o las celdas en las que eran arrojados sin piedad aquéllos que no estaban dispuestos a someterse por más tiempo al régimen de injusticia, opresión y explotación usado por los colonialistas como herramienta de su dominación?
Todo eso, hermanos míos, nos trajo un sufrimiento indecible.
Pero nosotros, que fuimos elegidos por los votos de sus representantes, representantes del pueblo, para guiar a nuestra tierra natal, nosotros, que hemos sufrido en cuerpo y alma la opresión colonial, nosotros les decimos que de ahora en adelante todo eso está terminado.
La República del Congo ha sido proclamada y el futuro de nuestro amado país está ahora en las manos de su propio pueblo.
Hermanos, comencemos juntos una nueva lucha, una lucha sublime que llevará a nuestro país hacia la paz, prosperidad y grandeza.
Juntos estableceremos justicia social y aseguraremos para cada hombre una remuneración justa por su trabajo.
Le mostraremos al mundo lo que el hombre negro puede hacer cuando trabaja en libertad, y haremos del Congo el orgullo de África.
Vigilaremos que las tierras de nuestro país nativo realmente beneficien a sus hijos.
Revisaremos todas las viejas leyes y las convertiremos en unas nuevas que sean justas y nobles.
Detendremos la persecución del libre pensamiento. Vigilaremos que todos los ciudadanos disfruten en toda su extensión las libertades básicas previstas por la Declaración de Derechos Humanos.
Erradicaremos toda discriminación, cualquiera que sea su origen, y aseguraremos para todos un paso por la vida adecuado a su dignidad humana y que corresponda a su trabajo y su lealtad con el país.
Instituiremos en el país una paz basada no en las armas y las bayonetas sino en la concordia y la buena voluntad.
Y en todo esto, mis queridos compatriotas, podemos confiar no solo en nuestras propias enormes fuerzas y riqueza inmensa, sino también en la asistencia de los numerosos estados extranjeros, cuya cooperación aceptaremos cuando no esté encaminada a imponernos una política foránea, sino sea dada en un espíritu de amistad.
Incluso Bélgica, que finalmente ha entendido la lección de la Historia y no necesita oponerse más a nuestra independencia, está preparada para darnos su ayuda y amistad; para ese fin un acuerdo acaba de ser firmado entre nuestros países iguales e independientes. Estoy seguro que esta cooperación beneficiará a ambos países. Por nuestra parte, trataremos, mientras permanecemos vigilantes, de observar los compromisos que hemos hecho libremente.
Así, tanto en la esfera interna como externa, el nuevo Congo siendo creado por mi gobierno será rico, libre y próspero. Pero para alcanzar nuestro objetivo sin demora, les pido a todos ustedes, legisladores y ciudadanos del Congo, darnos toda la ayuda que puedan.
Les pido a todos que entierren sus riñas tribales: nos debilitan y pueden hacer que nos desprecien en el exterior.
Les pido a todos que no retrocedan ante cualquier sacrificio por el bien de asegurar el éxito de nuestra gran empresa.
Finalmente, les pido incondicionalmente que respeten la vida y propiedad de los ciudadanos y extranjeros que se han asentado en nuestro país; si la conducta de estos extranjeros deja mucho que desear, nuestra Justicia los expulsará pronto del territorio de la república; si, por el contrario, su conducta es buena, deben ser dejados en paz, pues ellos, también, están trabajando por la prosperidad de nuestro país
La independencia del Congo es un paso decisivo hacia la liberación del continente africano entero.
Nuestro gobierno, un gobierno de unidad nacional y popular, servirá a su país.
Hago un llamado a todos los ciudadanos congoleños, hombres, mujeres y niños, para que adopten con resolución la tarea de crear una economía nacional y asegurar nuestra independencia económica.
¡Gloria eterna a los luchadores de la liberación nacional!
¡Viva la independencia y la unidad africana!
¡Viva el Congo independiente y soberano!

                                                                                                                                      Patrice Lumumba, (Junio 30, 1960)

EL TERCER MUNDO ESTA ENTRE NOSOTROS


En veinte años hemos pasado de ser los enaltecedores y defensores de unos países que llamábamos "Tercer Mundo" a mirarles con desconfianza, alzar contra ellos los nuevos muros de Berlín --aunque sean de agua: del Estrecho de Gibraltar--, enviar nuestros soldados contra ellos en algunas acciones y, en fin, a reformar la OTAN para su contención: el nuevo enemigo. Somos las mismas personas y ellos son los mismos pobres: ¿que ha sucedido? Por una parte, las independencias que se declararon en la década de los sesenta han fracasado: se han sustituido unos amos coloniales por otros autóctonos que han prolongado la angustia de los mas pobres y han arruinado los países. Por otra, algunos de sus minúsculas riquezas se han perdido: la mano de obra barata ha caído en todo el mundo occidental, al mismo tiempo que el concepto casi sagrado del trabajo, y sus gentes son onerosas para nosotros. Han caído gran parte de sus materias primas: aparte de por las agresiones de los grandes mercados contra los precios, han sido sustituidas por productos de la nueva química. Países útiles aún en el siglo XIX y principios del XX, y por eso los colonizamos y los utilizamos; dejaron de serlo hace veinte o treinta años, y les abandonamos primero, les aislamos después. Muchos ciudadanos de entre ellos añoran el régimen colonial, tan duro y tan injusto.
Su última utilidad fue la de la guerra: los occidentales les utilizamos como bases defensivas contra la Unión Soviética, incluso como posibles soldados --ya se hizo en las dos guerras mundiales del siglo; hasta en la civil de España se utilizaron moros contra los republicanos--; a su vez, la Unión Soviética les ayudaba, les utilizaba o les protegía para su acción contra Estados Unidos. De ahí salió la denominación de "Tercer mundo", que algunos iluminados y mesiánicos, utilizaron en la conferencia de Bandung y en la carta que exponía sus derechos, e incluso formando un bloque en la Asamblea de las Naciones Unidas. En ese momento comenzaron a aparecer como presuntos enemigos. Sobre todo, cuando sus líderes comenzaron a ser personajes como Tito, comunista, o como Fidel Castro. La lucha contra el comunismo se desarrollo como tal guerra armada en muchos de los países del tercer mundo: quizá el ejemplo mas reciente haya sido el de la guerra del Golfo contra Irak (si no se ha lanzado la segunda cuando se publiquen estas líneas), y antes la de Afganistán, donde hubo un ejercito expedicionario soviético que tuvo que salir. Irak sigue con la misma dictadura, Afganistán se ha convertido en el reino sangriento y absurdo de los talibanes; y en todo el oriente árabe, desmenuzado por la acción de Israel como cabeza de puente de Occidente, el islamismo extremista, brutal y sin escrúpulos, se extiende contra sus propios regímenes que viven en una angustia perpetua y contra Occidente en forma de guerra total, hasta el punto de asesinar a sus turistas.
América Latina trata de encontrar un orden convirtiendo sus antiguas dictaduras, sus golpistas militares y sus ejércitos parapoliciales en democracias formales. No están funcionando. No basta con acudir a las urnas y elegir al que mas presione: hay unos datos de igualdad y de libertad --la fraternidad, que forma parte del gran trío, ha desaparecido en el mundo-- que solo atañen a unas minorías, y en muchos lugares siguen existiendo las rebeliones armadas: no cesaran mientras no se consiga, al menos, aplazar el hambre y la miseria. Asia esta jugando a otros sistemas: el de entrar en la economía occidental, no solo en el Japón que siempre ha sido otra cosa dentro del continente --y hasta la guerra, totalmente brutal--, sino en China. La proclamación de que ha acabado el "modelo asiático" de economía no hace mas que comprobar que aparecen otras formas de concurrencia, sobre todo manejadas contra Europa, sin que sea ajeno a esta manipulación Estados Unidos. Pero aún otros grandes y pequeños países del continente siguen siendo los mas altos en la estadística de la pobreza.
La sospecha de que todos estos países (que hemos conseguido que no tengan ninguna unidad entre sí, y que carezcan ya de protección soviética y de denominaciones comunistas), puedan emprender una acción, o muchas acciones aisladas, contra Occidente, ocupa todas las previsiones del futuro. Políticas, económicas y militares: por las razones citadas, como ya han quedado citadas algunas acciones contra ellos y hay muchas más --Panamá, Somalia, Balcanes...-- y por la sospecha de que su demografía pueda desbordar en forma de alud humano todas las defensas, incluso las armas de destrucción masiva. Por eso hay guerras o acciones preventivas, bloqueos, aislamientos, acciones que parecen aisladas.
Mientras, otra ofensivas del mundo pobre (el que no come ni se cura de sus enfermedades ni se ampara del rigor del tiempo, y que forma las tres cuartas partes de la Humanidad), es la emigración clandestina. Se va endureciendo contra ese tipo de guerra clandestina y legal que son las leyes de inmigración, las fronteras erizadas --algunas, con minas antipersonales: para matar a los que huyen del hambre antes de que lleguen a las fronteras--, los malos tratos a los que llegan. No es bastante ni va a serlo. Ciudades como Nueva York, Londres, París o Amsterdam son una combinación de todas las razas: el racismo oculto parece contenerse pero no permite la mezcla. De esta manera, una gran parte del Tercer Mundo vive ya en Occidente: su proliferación demográfica es aquí tan fuerte como en sus países, sus creencias se van defendiendo contra las oficiales y aún contra las leyes --vestimenta tradicional, actuaciones como la ablación del clítoris--; ven entrando en los ayuntamientos, llegaran a entrar en los gobiernos. Es de temer que cuando lleguen a algún tipo de dominio sean racistas contra nosotros. ?


                            Eduardo Haro Tecglen, en http://www.eduardoharotecglen.net/blog/archives/1931/04/el_tercer_mundo.html

 

  • La taula 1 correspon a Espanya (1999).

 

La civilización, el progreso y... el excusado

"El olor de la pobreza" es el comentario de Mario Vargas Llosa al informe de Naciones Unidas del año 2006 sobre Desarollo Humano titulado "Más allá de la escasez: poder, pobreza y la crisis mundial del agua".

Hace tres años, en un viaje por tierra de Lima a Ayacucho, paramos en medio de una pampa, en lo alto de la Cordillera, en una aldea donde había un pequeño puesto de policía. Le pedí al oficial que me permitiera usar su baño. “Desde luego, doctor”, me dijo, muy amable. “¿Quiere usted miccionar o defecar?” Le repuse que lo primero. Su curiosidad era académica porque el “baño” del puesto era un corralón a la intemperie donde micciones y defecaciones se confundían entre nubes de moscas y una pestilencia de vértigo.

Este recuerdo me ha acompañado sin tregua mientras, tapándome a ratos las narices, hojeaba las 422 páginas de un reciente informe publicado por las Naciones Unidas titulado Más allá de la escasez: poder, pobreza y la crisis mundial del agua. El prudente título y la fría y neutral prosa burocrática en que está redactado no impiden que este extraordinario estudio, inspirado sin duda en la sabia concepción de la economía y el progreso de Amartya Sen –un economista que no cree que el progreso consista en estadísticas–, estremezca al lector enfrentándolo con tanto rigor como crudeza con la realidad de la pobreza y sus horrores en el mundo en que vivimos. La investigación que han llevado a cabo Kevin Watkins y su equipo debería ser de consulta obligatoria para todos quienes quieren saber lo que son el subdesarrollo económico y la marginación social en términos prácticos y los abismos que separan a estas sociedades de las que han alcanzado ya medios y altos niveles de vida.

De esta lectura, la primera conclusión a la que llego es que el objeto emblemático de la civilización y el progreso no son el libro, el teléfono, Internet ni la bomba atómica, sino el excusado. Dónde vacían su vejiga y sus intestinos los seres humanos es el factor determinante para saber si están todavía en la barbarie del subdesarrollo o han comenzado a progresar. Las consecuencias que tiene en la vida de las personas este hecho simple y trascendental son vertiginosas. La tercera parte de la población del planeta –unos dos mil seiscientos millones de personas–, cuando menos, no sabe lo que es un excusado, una letrina, un pozo séptico, y hace sus necesidades, como los animales, al pie de los árboles, junto a arroyos y manantiales, o en bolsas y latas que arroja en medio de la calle. Y unos mil millones utilizan para beber, cocinar, lavar la ropa y su higiene personal, aguas contaminadas por heces humanas y animales. A ello se debe que, por lo menos, dos millones de niños mueran cada año de diarrea y que enfermedades infecciosas, como cólera, tifoidea y parasitosis, causadas por lo que el informe llama eufemísticamente “carecer de acceso al saneamiento”, devasten enormes sectores de Africa, Asia y América latina y sean la segunda causa de la mortalidad infantil en el mundo.

En un importante barrio de Nairobi (Kenya) llamado Kibera está generalizado el sistema de los llamados “inodoros volantes”, bolsas de plástico que la gente utiliza para hacer sus necesidades y que luego arroja por los aires a la calle (de ahí el apodo). Esta práctica motiva que el nivel de enfermedades infecciosas en el barrio sea altísimo. Aquellas golpean sobre todo a los niños y a las mujeres. ¿Por qué a éstas? Porque, como son ellas las que se ocupan sobre todo de la limpieza hogareña y del acarreo del agua, están más expuestas que los hombres al contagio.

En Dharavi, un sector populoso de la ciudad de Mumbai, en la India, hay un solo baño por cada 1440 personas, y en la estación de las lluvias el agua que inunda las calles convierte a éstas en ríos de excrementos. La abundancia del líquido elemento es, en este caso como en el de muchas ciudades del Tercer Mundo, una tragedia, porque, dadas las condiciones de existencia, el agua, en lugar de ser la vida, es muchas veces el instrumento de la enfermedad y la muerte.

Y, sin embargo, paradójicamente, el problema del agua, inseparable del saneamiento, es acaso el principal que mantiene a los hombres y a las mujeres prisioneros del subdesarrollo. Los datos del informe son concluyentes. Cuando tienen agua, se trata por lo general de aguas servidas, que acarrean toda clase de bacterias y males que los enferman y matan, pero, en la mayoría de los casos, la pobreza condena a los pobres a una sequía que es todavía más catastrófica para su salud y sus posibilidades de mejorar sus condiciones de vida. Una de las demostraciones más chocantes de la investigación es que los pobres pagan mucho más cara el agua que los ricos, precisamente porque los pueblos y barrios donde viven carecen de instalaciones de agua y desagüe y tienen que comprarla a aguateros o servicios comerciales pagando precios exorbitantes.

Así, por ejemplo, los habitantes de los barrios pobres de Yakarta (Indonesia), Manila (Filipinas) y Nairobi (Kenya) “pagan entre cinco y diez veces más por unidad de agua que aquellos de las áreas de ingresos altos de sus propias ciudades y más de lo que pagan los consumidores de Londres o Nueva York”. Ese precio desigual del agua hace que el 20% de los hogares más pobres de El Salvador, Jamaica y Nicaragua inviertan la quinta parte de sus ingresos en agua. En tanto que en el Reino Unido el gasto promedio por agua de los ciudadanos es apenas el 3% del ingreso.

No me resisto a citar esta estadística del informe: “Cuando un europeo utiliza la cisterna de un inodoro o un estadounidense se ducha, consumen más agua que la que tienen cientos de millones de personas que viven en los barrios urbanos pobres o las áreas urbanas de los países en desarrollo”. Y otra es que con el agua que se ahorraría si los “civilizados” cerráramos la canilla del lavatorio mientras nos cepillamos los dientes un continente entero de “bárbaros” podría bañarse.

A primera vista, se diría que no hay mucha relación posible entre la falta de agua y la educación de las niñas. Y, sin embargo, la hay y muy estrecha. El informe calcula que se pierden 443 millones de días escolares al año a causa de enfermedades relacionadas con el agua y que millones de niñas faltan a la escuela y reciben una educación deficiente o nula, y en todo caso inferior a la de los varones, porque diariamente deben ir a buscar agua a acequias, ríos y pozos que están a menudo a varias horas de camino de sus hogares.

En Los miserables, Victor Hugo escribió que “Las cloacas son la conciencia de la ciudad”, y, en una de esas interpolaciones del narrador que recorren la novela, mientras Jean Valjean pataleaba entre la mierda con el desmayado Marius a cuestas, intentó una curiosa interpretación de la historia a partir del excremento humano. Algo así hace este formidable estudio, sin la poesía y la elocuencia del gran romántico francés, pero con mucho mejor conocimiento científico. Proponiéndose nada más que describir las circunstancias y reverberaciones de un problema concreto que afecta a la tercera parte de la humanidad, este informe radiografía con dramática precisión el extraordinario privilegio de que gozamos las dos terceras partes restantes, cada vez que, casi sin darnos cuenta de ello, abrimos la canilla de un lavatorio para lavarnos las manos o la ducha para recibir esa lluvia de agua fresca que nos limpia y rejuvenece, o cuando, aguijoneados por un retortijón, nos encerramos en la intimidad de un excusado, aligeramos las entrañas y, solazados, limpiamos con un pedazo de papel higiénico todos los rastros de aquella ceremonia, jalamos una cadena y sentimos, en el torbellino del surtidor, que nuestras suciedades recónditas desaparecen en las entrañas de los desagües, lejos, lejos de nuestras vidas y olfatos, para bien de nuestra salud y buen gusto.

Qué infinitamente distinta de la nuestra es la experiencia de esos miles de millones de seres humanos que nacen, viven y mueren literalmente asfixiados por su propia inmundicia, a la que no consiguen arrancar de sus vidas, pues, visible o invisible, la mugre fecal que expulsan regresa a ellos como una maldición divina, en la comida que comen, en el agua en que se lavan y hasta en el aire que respiran, enfermándolos y manteniéndolos en la mera subsistencia, sin posibilidades de salir del confinamiento en que malviven.

Uno de los aspectos más sombríos de este asunto es que, en gran parte debido al asco y la repelencia que todo lo relacionado con la mierda despierta en los seres humanos, los gobiernos y los organismos internacionales que promueven el desarrollo no suelen darle la prioridad que debería tener; lo frecuente es que lo subestimen y dediquen presupuestos insignificantes a planes de saneamiento.

Y la verdad es que vivir en la suciedad no sólo enferma el cuerpo sino también el espíritu, la autoestima más elemental, el ánimo para rebelarse contra el infortunio y mantener viva la ilusión, motor de todo progreso. “Nacemos entre heces y orina”, escribió San Agustín. Un estremecimiento como una viborilla de hielo en la espalda debería recorrernos al pensar que un tercio de nuestros contemporáneos nunca sale de la porquería en que vino a este valle de lágrimas.

Fte: Diario La Nación.
Obtenido en http://www.igooh.com/notas/la-civilizacion-el-progreso-y-el-excusado/

 

  • La taula 2 correspon a Perú (1999).


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